Volví con dolor al apartamento y me quedé sentada en el sofá por largo rato. No lograba comprender cómo es que los sentimientos podían transformarse de forma tan súbita.
Él había sido esa persona que me sostenía la mano con firmeza aun en medio de las tormentas más terribles, pero después de un tiempo, cuando miraba a Sofía, sus ojos se llenaban de amor. Cada vez que yo le preguntaba sobre la relación que tenía con ella, él me respondía con total indiferencia: —Solo son imaginaciones tuyas. Ella es una amiga de la infancia, simplemente estoy... habituado a protegerla.
Y yo le creía siempre.
Hubo un tiempo en que tenía una confianza absoluta en que él me amaba de verdad. Hasta aquella noche cuando bebió de más y tuve que ir a buscarlo al club privado del barrio antiguo de Manhattan.
Uno de sus amigos de siempre también estaba ebrio y de pronto se le escapó algo delante de mí.
—Marco ya estaba enamorado de Sofía desde antes de mudarse de Italia a Nueva York. Te buscó a ti solo porque cuando sonríes... te pareces a ella. Está contigo porque Sofía lo rechazó en aquel momento. Pero no te preocupes, entre todos los amigos ya le dijimos que debe valorarte. Después de todo, llevas tantos años a su lado... aunque también debes comprenderlo, al final es su amor de la infancia, no es sencillo superar esos sentimientos, ¿verdad?
"Bip—bip—bip—"
No fue sino hasta que sonó el temporizador de la cocina que salí de mis pensamientos.
La botella de pastillas para el estómago sin abrir aún continuaba sobre la mesa del comedor. Saqué una tableta y me la tomé con agua tibia, el agudo dolor en mi estómago era casi insoportable. Me puse de pie y observé a mi alrededor esta casa que había diseñado y decorado personalmente. En el calendario, resalté una fecha importante.
En catorce días, me iría par siempre de esta ciudad.
Empecé a empacar con rapidez mis pertenencias. Esa casa, tarde o temprano, se volvería el espacio de esa mujer, y no quería que pusiera sus sucias manos sobre ninguna de mis cosas. Ni siquiera sobre una simple pinza para el cabello.
Durante la noche, mientras me relajaba en la bañera y revisaba atenta mi celular, vi una nueva publicación en el Instagram de Sofía:
"Presidente serio de día, hace cola para comprarme pasteles de noche. Dice que quiere recuperar todos esos bellos años perdidos, qué afortunada soy".
En la foto se veía un pastel de arándanos, y en la mano que lo sostenía llevaba puesto un reloj de hombre que me resultaba conocido.
Sin duda alguna ese era el reloj de Marco. En mi muñeca tenía el reloj que hacía pareja con ese.
Aquel año, pasamos por una adquisición en la Costa Este que sacudió todo el mundo de las finanzas. Él no pudo dormir durante cuatro noches seguidas, como siempre, yo lo acompañé y firmamos ese contrato que convirtió a Capital Próspero en una leyenda empresarial.
La noche en que concluyó el proyecto, luchando hombro a hombro contra el cansancio, me llevó a la joyería de relojes en la Quinta Avenida y compró de una vez este par de relojes idénticos.
Le dije que era demasiado costoso. Pero sin importarle me lo colocó en la muñeca mientras decía: —Isabella, todas las cosas que te encantan, debo regalártelas con mis propias manos.
Ese reloj de hombre jamás se lo quitaba.
En ese entonces, todo el mundo sabía que Marco me amaba con el alma.
Ahora que lo pienso... qué absurdo era todo esto.
Nadie sabía que esas miradas intensas no eran realmente para mí, sino que, a través de mí, él estaba reviviendo a su amor del pasado.
Respiré profundo, me quité con rabia el reloj, le tomé una fotografía y lo publiqué en venta en una aplicación de artículos usados.
Precio: un dólar, sin posibilidad de devoluciones ni cambios.
Marco, pasó otra noche más sin volver a casa.
Al día siguiente, dormí hasta el mediodía, arrastrando con dificultad mi cuerpo agotado fui a las oficinas de Capital Próspero para tramitar mi renuncia.
Después de que la compañía se consolidó en los últimos dos años, básicamente solo me ocupaba del diseño y la dirección creativa, ya hacía tiempo que me había alejado por completo del círculo directivo principal.
No me imaginé que, apenas al entrar al edificio de diseño, varios excompañeros me pararan para felicitarme.
Me sentí un poco desconcertada por esto. Hasta que Carmen, la jefa de recursos humanos y también mi buena amiga, me arrastró hasta su oficina.
—Isabella, ¿tú y Marco están... a punto de recibir buenas noticias?
Quedé desconcertada. —¿Qué buenas noticias?
—¿Todavía me lo escondes? La floristería de abajo acaba de traer una caja inmensa de rosas rosadas, ¿Marco te va a sorprender? ¡¿No será que te va a pedir matrimonio?!
Mi corazón se contrajo de golpe.
Rosas rosadas.
Exactamente las mismas flores que él personalmente le entregó a Sofía cuando fue a esperarla al aeropuerto hace dos meses, el día que ella llegó a Nueva York.
Carmen de pronto se fijó en los papeles que llevaba en la mano. —¿Y eso que traes es...?
—Mi carta de renuncia.
Se quedó boquiabierta. —¿Te vas a retirar del trabajo? Bueno, después de todo eres una mujer que se va a casar, ¡eres la futura esposa del presidente!
No le contesté.
Ella firmó los documentos por mí, sonriendo alegre mientras me los regresaba. —Isabella, en todos estos años eres la mejor gerente que he conocido. Tu decisión de volver a la vida familiar quizás sea la correcta... pero espero de corazón que Marco no te defraude.
—Sin duda alguna vez seré feliz.
Solo que esta felicidad no tendrá nada que ver con Marco.