Dante no quiso discutir mas al ver lo reacia que estaba.
Ella lo miró con un odio que le quemaba las venas. Dante se enderezó, salió de la habitación y giró la llave por fuera trancandola con seguro.
En el pasillo, el eco de sus pasos se mezcló con otro sonido: el taconeo firme de su madre.
—Dante —lo llamó, con tono inquisitivo—. ¿Qué está pasando? La servidumbre y tu hermano me ha dicho algo… sobre tu asistente intentando matarte.
Él se detuvo, girándose hacia ella con gesto contenido.
—No es nada de lo que deba preocuparse, madre. Es un asunto que yo debo resolver.
—¿Un asunto? —replicó ella, frunciendo el ceño—. ¿La tienes encerrada en tu cuarto?¿sabes en el problema que estas metido y en el que nos estas arrastrando? Sera mejor que la elimines ahora mismo.
Dante respiró hondo, pero antes de contestar, el sonido de ruedas sobre el mármol interrumpió la tensión. Matteo apareció, avanzando con su copa en mano.
—Vaya… —dijo, con un tono que mezclaba burla y enojo—. Aun estas por aqui