Damián Feldman.
No podía creer lo que estaba pasando. Me senté mientras escuchaba el agua caer tras la puerta del baño. Pero lo que realmente me incomodaba era el recuerdo del peso de su cuerpo entre mis brazos. Era imposible ignorarlo.
La despreciaba. Y, al mismo tiempo, me atraía de una forma que me irritaba aún más.
Las palabras de mi padre regresaron con fuerza: “Dame un heredero con ella”. Y esta era la oportunidad perfecta para cumplir su petición... pero a mi modo. No por lealtad, sino por estrategia. Me acostaría con ella, la haría caer, y después la usaría. La pondría contra la espada y la pared. Si quería jugar a ser inocente, yo le mostraría lo contrario, para que se largue de mi familia, le haría creer que la delataría con mi padre, acusándola de traidora, no tendría escapatoria.
El agua dejó de correr. Me levanté, me subí las mangas y desabotoné parte de la camisa. Empujé la puerta lentamente.
Ahí estaba.
Secando su cuerpo con la toalla. Su piel clara contrastaba con la