Damián Feldman
—Señor… señor Feldman.
Abrí los ojos con lentitud. Sentí el peso cálido de la cabeza de Amelie recostada sobre mi hombro. Al percatarse, se sobresaltó y se incorporó enseguida, estaba sonrojada.
—Señor, su padre ya salió de cirugía. Está consciente y quiere hablar con usted.
La enfermera me despertó con voz suave. Miré el reloj, ya pasaban las dos de la madrugada. Desvié la vista hacia Amelie y fruncí el ceño, fingiendo enfado, aunque en el fondo no sentía nada parecido.
—Voy contigo, Damián —dijo ella, acomodando su falda con rapidez al ponerse de pie.
—No. Mi padre pidió hablar conmigo. No creo que tu presencia sea necesaria.
La enfermera, algo incómoda, nos interrumpió con cautela.
—En realidad, él pidió que entraran los dos.
—Pero acabas de decir que quería hablar solo conmigo.
—Sí… en caso de que estuviera solo. Por favor, acompáñenme.
Amelie, con una sonrisa satisfecha, caminó tras la enfermera. La seguí, envuelto en el tenue aroma de su perfume que se había impr