NARRADOR OMNIPRESENTE
El portazo que dio Damián al salir aun retumbaba en las paredes, cuando Rosalía se llevó una mano al pecho, tratando de calmar el latido desbocado de su corazón. No era el escándalo lo que la tenía alterada, ni siquiera enterarse de que Armando había besado a Amelie.
Era el hecho de que, por más que lo intentaba, no podía sacudirse las palabras que acababa de oír.
—¿Amelie está embarazada? —repitió, en voz baja, incrédula.
Giró lentamente hacia Armando, que se mantenía de pie frente a la ventana, con el rostro tenso y los labios apretados. Lo observó con rabia, pero también sintiendo una punzada de desconcierto. Lo tomó del brazo con fuerza y lo giró hacia ella, obligándolo a mirarla a los ojos.
—Te pedí que la acercaras a ti —dijo en un murmullo helado—, que la sedujeras… no que la embarazaras, imbécil.
Armando se estremeció, la noticia también lo había tomado por sorpresa.
—¡No la embarace! —exclamó, avanzando un paso hacia ella—. Te lo juro, Rosalía. No tení