El galpón se alzaba sombrío entre los árboles, con la madera hinchada por la humedad y una única ventana cubierta con una lona raída. Apenas se mantenía en pie, pero desde su interior se filtraba una luz temblorosa, como de una lámpara de querosén o una vela.
Carlo levantó el puño y sus hombres se detuvieron a unos metros de la entrada. Algo se movía adentro. Algo más que simple actividad… era violencia contenida.
Marco avanzó con cautela por el costado y asintió.
—Hay alguien. O más de uno.
Freddo ya tenía su arma en mano, con el dedo firme sobre el gatillo. Maddie intentó adelantarse, pero Carlo la sujetó por el brazo.
—Esperá la señal.
—No —dijo ella, casi con rabia—. Es Blake.
Antes de que pudiera detenerla, Maddie corrió hacia la puerta. Esta no estaba cerrada con llave. La empujó de un golpe, haciendo crujir las bisagras.
El interior era oscuro y opresivo, con olor a encierro y a sangre vieja. En el rincón, sobre una manta sucia, estaba Blake. Sus muñecas estaban atadas, el ros