Punto de vista de Lila
Guardé el móvil quemador pegado con cinta bajo el cajón del armario del baño, envuelto en una bolsa de plástico para que el vapor de la ducha no lo estropeara.
Cada mañana lo revisaba con el cepillo de dientes aún en la boca, el corazón aporreando como un pájaro contra mis costillas. Algo resonaba en mi cráneo mientras escupía la pasta, me enjuagaba, me ponía el vestido que Leander hubiera dejado preparado, sonreía a Gracia como si todo estuviera bien.
No me había tocado desde el beso en el vestíbulo.
No de verdad. Me abrazaba por las noches, el brazo pesado sobre mi cintura, el aliento cálido en el cuello, pero sus manos se quedaban por encima de la sábana. Como si tuviera miedo. O como si se castigara a sí mismo. No sabía qué era peor.
La casa se había convertido en una fortaleza.
Guardias en cada puerta. Ventanas cerradas con pestillo. Los ojos de Gracia me seguían a todas partes, suaves y tristes, como si esperara que me rompiera. Leander trabajaba des