Capítulo 128. A veces, dejar ir también es amor
Los empleados de la casa de Slashdot, no estaban a la vista. Victoria solo podía imaginar que la noche anterior fue horrible, a nadie le agradaba enfrentar la ira de Slashdot, subió las escaleras y se dirigió a la habitación de Giancarlo.
El joven la vio y se paró de la cama y la abrazó con fuerza.
—Creí que no regresarías —dijo con voz entrecortada.
Victoria escuchó el dolor en su voz, aunque fuera grandote seguía siendo un niño.
—Yo jamás te dejaré —afirmó Victoria y tomó su rostro para mirarlo a los ojos—. Me has entendido, quiero que estés seguro de eso.
El niño bajó la mirada.
—Las mujeres siempre se van.
—Hey, escucha, tu madre era una mujer con muchos problemas, pero todo lo que hizo, lo hizo procurando tu bienestar.
—Yéndose, dejándome con mi abuela amargada, ¿cómo creía que yo estaría bien con ella? No me enseñaron a quererla, me enseñaron a llamarle ramera.
Victoria lloró por la injusticia del mundo, sentía que le había fallado a Lina y era lo peor