Victoria tenía años sin sentirse a la deriva, sin tener adonde ir o en quien confiar.

Extrañaba algunas cosas de su vida anterior, pero no esto en particular.

Lo peor era sentirse de nuevo vulnerable, y que una vez más, fuera por un hombre.

Pensó en ir con Richard, ya antes lo había buscado cuando se sentía derrotada, a Fabricio que sabía calmar a la adicta que había en ella, a Rebeka, que nunca la juzgó.

Pero sentía vergüenza, rabia con la vida, con Rebeka por haberla puesto en este camino, aunque no fuera su intención, sin embargo, al pensar en Giancarlo se calmó, porque solo pudo conocerlo por lo que le ocurrió.

No sabía a donde ir, así que terminó llegando al hotel donde hospedó a las tres chicas.

Dayana la recibió.

— ¿Por qué estás aquí? —Preguntó algo temerosa—. ¿Pasó algo?

Victoria no tenía máscara, ni la que usa cuando es la Sirena, ni la amigable que se coloca para ganar su confianza, esta noche el sufrimiento se notaba en sus rasgos.

—No voy a mat