Julie llegó con paso pausado, la bufanda ajustada justo encima del pecho, el abrigo cerrado hasta la cintura.
Su mirada recorría el hangar con cuidado, intentando parecer tranquila mientras su estómago aún resentía la escena anterior.
Al llegar al grupo, saludó con elegancia.
Besó en la mejilla a Luca, luego a Matías.
Y entonces se detuvo.
Frente a Sean.
Sus ojos bajaron.
Él hizo lo mismo.
El corazón de Julie parecía ir a contratiempo, acelerado, sin permiso.
Sean la miró un segundo más.
Y finalmente habló.
—Jules... —murmuró, con la voz más baja que las hélices del jet—. Veo que dejaste tu pelo rizado otra vez.
Extendió la mano y tomó con suavidad el mechón que se había soltado del recogido.
Ella lo sintió, como si él tocara no solo su cabello, sino todo lo que había cambiado en su interior.
Julie no respondió de inmediato.
Emily, que lo vio todo, intervino con precisión quirúrgica.
—Tal vez sea momento de que algún caballero se ofrezca a