El ascensor se detuvo en el piso correcto, y durante los breves pasos hasta la suite, el silencio entre Julie y Sean era denso pero contenido. No se habían enfrentado. No se habían reclamado. Pero ambos sabían que la noche había dejado huellas.
Julie abrió la puerta primero y entró sin prisa. Se quitó los tacones al cruzar el umbral y se dirigió al tocador para desmaquillarse. Sean la siguió, desabrochando mas la cuello de la camisa, aún con la chaqueta puesta, como si el protocolo lo mantuviera atado.
—No quiero que esta noche termine así —dijo él, rompiendo el silencio mientras se sentaba en el borde de la cama.
Julie lo miró desde el espejo, sin interrumpir su rutina.
—Digo… lo de la cena —aclaró Sean—. No era mi intención que pareciera todo tan torpe.
Julie giró apenas el rostro, esperando que continuara.
—Catalina me tomó por sorpresa —agregó—. Todo lo que dijo, lo que insinuó… no lo había previsto.
Ella asintió lentamente.
—Pero no hiciste nada, Sean.
Él respiró hondo.
—Estaba a