CAPÍTULO 4

POV VITTORIA MORETTI

Llevaba varios minutos observándome en el espejo, incapaz de creer que la mujer reflejada era yo. Habíamos pasado toda la mañana eligiendo vestidos, probándome uno tras otro, pero ninguno se sentía como el indicado. Hasta ahora.

Había encontrado mi vestido.

Y era hermoso.

El corsé de encaje abrazaba mi figura con elegancia, ajustándose a la perfección a mi cintura y resaltando mis curvas con sutileza. La falda de tul caía en suaves capas vaporosas, como si flotara con cada movimiento. Delicados bordados de hilo de plata se esparcían por el tejido como estrellas en un cielo de nieve, dándole un brillo etéreo. Mangas caídas de encaje enmarcaban mis hombros con un aire romántico, y una sutil cola se deslizaba tras de mí, añadiendo un toque de majestuosidad.

Me giré lentamente, acariciando la tela con los dedos, maravillada.

Mamá había llorado al verme con él y, en ese instante, supe que este era el indicado.

Con una sonrisa aún en los labios, deslicé el vestido por mis hombros, comenzando a quitármelo con cuidado hasta quedar en ropa interior. Pero cuando alcé la mirada hacia el espejo, mi respiración se atascó en mi garganta.

Él estaba allí.

Detrás de mí.

¿Cómo...?

—Aleksey... —gemí, sintiendo cómo el aire abandonaba mis pulmones.

Su ceño estaba fruncido mientras me observaba desde el espejo. Su mirada me recorrió de arriba abajo, lenta y calculadora, antes de que me volteara para quedar frente a él, con el corazón martillando contra mi pecho.

—No deberías estar aquí... No puedes —murmuré, intentando tomar la bata que estaba a mi lado, pero su dedo se posó en mis labios, deteniéndome.

—¿No puedo qué? —Su voz fue afilada, como el filo de un cuchillo deslizándose por mi piel.

Tragué en seco y traté de mantener la calma, pero era imposible con su proximidad y la forma en que su presencia lo consumía todo.

—¿Qué... qué haces aquí? —logré preguntar con dificultad.

Su mano subió lentamente por mi brazo, apenas rozando mi piel, dejando un rastro de escalofríos a su paso. Me estremecí al sentir cómo el aire entre nosotros se volvía denso, cargado de algo que no sabía si era miedo, tensión o una mezcla peligrosa de ambas.

—¿Qué fue lo que te dije? —susurró, su aliento chocando contra mi rostro.

Su cercanía me asfixiaba.

—Dime qué m****a te dije la última vez que nos vimos.

Mi cuerpo se tensó al instante.

Era imposible.

No... No podía saberlo.

Intenté mantenerme firme, pero mi voz salió más frágil de lo que esperaba.

—Que... que no viera a mi ex.

Él asintió lentamente, sin apartar su mirada de la mía.

—¿Solo eso, Vittoria? —alzó una ceja con desafío.

Mi garganta se secó.

El aire del lugar se sentía espeso, cada vez más pesado. Mi respiración se volvió errática, y mi pecho comenzó a doler.

—O... lo matarías... y sería mi culpa.

Mis ojos se agrandaron al ver la sombra oscura que cruzó por su mirada. Un escalofrío helado me recorrió de pies a cabeza, haciéndome pegar la espalda contra la pared en un intento desesperado de poner distancia entre nosotros.

Entonces sonrió.

Una sonrisa letal, depredadora. Tan seductora como aterradora pero, para mí, no había duda...

Era lo segundo.

—Exacto... lo mataría. —Sus dedos se cerraron alrededor de mis mejillas, forzándome a mirarlo mientras su rostro se inclinaba peligrosamente cerca del mío—. ¿Pensaste que no me enteraría? ¿Crees que soy un maldito idiota?

Intenté negar, pero su agarre me lo impidió.

—Lo siento... —murmuré con la voz rota, sintiendo cómo mis ojos ardían—. Tenía que advertirle... solo quería decirle que no me buscara más. —Agarré su muñeca con ambas manos, intentando aferrarme a algo, intentando hacer que me creyera—. Tienes que creerme.

Su mirada se clavó en la mía, implacable. Por un instante, el silencio fue sofocante. Luego, con una lentitud cruel, me soltó.

Asintió una vez.

—Y tú me creerás cuando te advierta de algo.

Mi respiración se entrecortó.

—¿Qué...?

—No está muerto —susurró, su voz ronca y peligrosa—. Pero deseará estarlo. Porque si vuelve a buscarte, jodidamente tendrá que arrastrarse para hacerlo.

Un escalofrío me recorrió la espina dorsal.

—No... no entiendo.

Su sonrisa se curvó en una media luna oscura, un reflejo de pura amenaza. Se inclinó hasta que su aliento cálido chocó contra la piel sensible de mi cuello.

Entonces lo sentí. Sus dientes. Sus labios.

La succión despiadada y el dolor punzante que me arrancó un sollozo ahogado. Me tensé de inmediato, mis manos chocando contra su pecho en un intento desesperado de apartarlo, pero él no cedió.

Mi cuerpo temblaba.

El ardor se intensificó y apreté los labios con fuerza para no gritar. Mis lágrimas cayeron en silencio, una tras otra y cuando finalmente se apartó, la piel me palpitaba con furia.

Me llevé la mano al cuello, sintiendo la carne sensible, ardiendo.

—Le partí en dos su puta columna.

El mundo pareció detenerse.

Mi corazón se detuvo.

El aire me faltó.

Aleksey me miró como si no hubiera hecho nada extraordinario, como si su declaración no acabara de desgarrar mi alma en dos. Y, sin embargo, lo único que encontré en sus ojos no fue arrepentimiento.

Fue pura satisfacción.

Mi pecho se agitaba violentamente, como si estuviera atrapada bajo el peso de una losa invisible. El aire se volvía cada vez más denso, imposible de inhalar.

Él dio un paso más, acorralándome completamente contra la pared. Su mirada se oscureció aún más, como si el mismísimo diablo estuviera frente a mí.

—Escúchame bien, Vittoria —murmuró, su voz como una daga helada deslizándose por mi piel—. Si no sacas ese maldito teléfono ahora mismo... si no lo bloqueas delante de mí y borras su número ... —Su mano atrapó mi mandíbula, obligándome a mantener su mirada—. Te juro que lo dejaré cuadripléjico.

Un jadeo quebrado escapó de mis labios.

—Por favor... —susurré, sintiendo el ardor en mis ojos.

Mi respiración se volvía errática, superficial.

—¿Te parece que estoy jugando? —Su pulgar recorrió mi mejilla con una dulzura macabra, como si quisiera calmarme mientras pronunciaba la peor de las amenazas—. No solo a él, Vittoria. Su madre... su jodida familia entera. ¿Eso quieres? ¿Que todos terminen arrastrándose como parásitos porque no pudiste obedecerme?

El aire no entraba. Mis piernas se debilitaron.

Mi pecho se comprimió con una punzada feroz y desesperada, mientras las lágrimas caían sin control, mojando mi rostro, empapando mis labios mientras sollozaba de pura desesperación.

—Aleksey... —jadeé, mis piernas cediendo.

Mis dedos temblaban tanto que apenas pude abrir mi bolso. Cada movimiento era torpe, desesperado. Busqué mi inhalador entre las cosas que llevaba, pero mis manos estaban tan débiles que no lograba agarrarlo.

Él me observaba, su expresión inmutable mientras yo me ahogaba ante sus ojos.

Finalmente, mis dedos tocaron el cilindro plástico. Lo saqué con torpeza y lo llevé a mis labios, presionando con urgencia.

Inhalé. Mis pulmones se resistieron unos segundos antes de absorber la dosis. Exhalé con dificultad, sintiendo cómo poco a poco el aire volvía.

Mi cuerpo seguía temblando. Las lágrimas seguían cayendo y Aleksey no se movió ni un centímetro.

—Hazlo —su voz fue un látigo sobre mi piel.

Mis manos apenas respondían cuando desbloqueé la pantalla y busqué el contacto de Luca. Mi visión seguía borrosa por las lágrimas, haciendo que todos se viera difuso y mis dedos resbalaban sobre la pantalla.

Uno.

Dos intentos.

Tragué el nudo en mi garganta, sollozando en silencio mientras pulsaba la opción de "Bloquear contacto".

—Elimínalo —Su tono gélido me arrancó otro espasmo en el pecho.

Obedecí.

Cuando el nombre de Luca desapareció de mi pantalla, un temblor violento recorrió mi cuerpo.

Levanté la vista, buscando algo en su mirada.

Algo de humanidad.

Algo de piedad.

Pero no había nada.

—Buena chica. —Susurró, su tono venenoso mientras deslizaba su pulgar sobre mi labio inferior—. Ya vas entendiendo cómo funcionan las cosas.

Volvió a recorrerme con la mirada, observó el vestido en el piso y salió sin decir absolutamente nada mas. 

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App