POV VITTORIA ROMANOVA
—Si sigues con el ceño fruncido, te quedará una arruga —dijo una voz inesperada.
Me sobresalté, y alcé mi mirada.
—¿Qué?
Akin estaba apoyado en el marco de la puerta. Caminó hacia mí.
—Eso dice mi tía Lena. Aunque no sé si es verdad o solo lo dice para que no frunzamos el ceño en las fotos familiares.
—Bueno, me temo que eso no sucederá —murmuré, cruzándome de brazos. Volví la vista al horno, donde la pizza italiana que había preparado terminaba de cocerse—. Hice pizza. ¿Quieres?
Me miró como si acabara de confesarle un crimen.
—Es la única razón por la que estoy aquí, Vittoria —explicó, apartándome suavemente con la cadera para abrir el horno—. Ya está.
Sacó la bandeja, colocándola sobre la encimera. El olor a queso fundido, albahaca y masa crujiente llenó la cocina. Por un momento, casi me sentí en casa.
Casi.
—¿No sales esta noche? —pregunté mientras él cortaba las porciones.
—No. Necesito un descanso de la vida nocturna... y de la gente dramática —me lanzó un