POV VITTORIA ROMANOVA
Ya eran casi las cuatro de la tarde y, aunque aún sentía algo de sensibilidad en el pecho y un leve ardor al respirar profundo, mi cuerpo había comenzado a recuperar fuerzas. Lo suficiente, al menos, como para caminar sin tambalearme. El silencio del cuarto se me hizo pesado, así que decidí salir a tomar aire. Aleksey no estaba, y Milana me dejó ir con la condición de que no me alejara demasiado.
Crucé el amplio pasillo con pasos lentos, admirando cómo la luz del sol se colaba por las grandes ventanas, bañando de dorado los pisos de mármol. Finalmente llegué al jardín trasero. Y al verlo, una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro sin que pudiera evitarlo.
Era precioso.
Amplio, verde, lleno de árboles altos y arbustos cuidadosamente recortados. Flores de distintos colores salpicaban el lugar, y el aire olía a vida, a tierra fresca y sol.
Allí, sentada bajo un gran roble joven que debía medir al menos unos quince o veinte metros de altura, estaba Andrea. Tenía las