Rendición II:
Si las miradas mataran, la italiana lo fulminaría con la suya. Lo estaba mirando con una expresión de odio que francamente, le hacía mucha gracia.

Por un momento consideró ponerle también una venda en los ojos, y buscando una venda cuya tela fuese lo suficientemente ancha como para cubrirle casi todo el rostro, procedió a venderla.

—No podrás ver pero sentirás todo lo que hago contigo, baranina, para que aprendas de una vez a comportarte.- murmuró, acercándose a la mesa donde estaban los objetos filosos. Cuchillos, navajas, toda clase de implementos de tortura cortantes.

Con movimientos decididos y rápidos, cortó la tela de su top, rasgándola luego hasta deshacerse de él.

Tenía a la italiana justo frente a sí, cubierta solo por sus sujetadores y sus bragas. Se tomó unos minutos para apreciar lo delicada que era su piel, tornándose rápidamente rosada por el esfuerzo de oponer resistencia y por el miedo.

Procedió a cortar la tela del sujetador, justo por delante, por sobre el ridícu
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