Las manitas gordas eran bastante fuertes: después de bofetones, dio risas tapándose la cara.
—¡Santiago!
Polo le tomó la mano regordeta y fingió darle dos bofetadas:—¡Cabrón, cómo te atreves a golpear a tu padre, a ver!
—Ma—ma—ma...
El niño agraviado se volvió y echó los brazos al cuello de Lucía.
Pero Lucía no lo protegió como de costumbre, sino que puso suavemente a Santiago al suelo, dejándolo llorar y sin tomarlo en brazos. Luego se agachó frente a él con Polo.
La madre contuvo su sonrisa, le miró seriamente y le dijo:—¿Con cuál manita acabas de golpear a papá, extiéndela!
Los ojos de Santiago se abrieron de par en par al principio, luego su carita fina se arrugó, y estaba a punto de gimotear cuando Lucía lo miró con severidad.
—¡No está bien que los niños pequeños peguen a la gente! Es tu padre, ¿cómo te atreves a pegarle?
—Woo...
—¿Con cuál mano lo hiciste? ¡Extiéndela!
Santiago vio la situación, sin nadie que le respaldara, comprendió en cierto modo que esta vez cometió un error