En ese momento, los guardias de la sala principal se percataron de la presencia de Huntley y se apresuraron a ponerse firmes y saludar.
—¡Su Alteza!
Clara se sobresaltó, sus ojos ligeramente cerrados se abrieron lentamente, cuando Huntley ya estaba de pie frente a ella, con las manos abajo en respetuoso saludo.
—Buenos días, tía.
—Ya casi al meidodía—Clara sonrió suavemente—. He oído que a los jóvenes les gusta tomar el brunch, ¿no? Jaja, es que tengo aquí unos refrescos, así que los trataré como un brunch para ti. ¡A probar!
—Graicas, tía, pero no tengo hambre—Huntley estaba en alerta, miró a su alrededor en silencio, pero no había la figura de Soledad.
—Huntley, ¿qué estás buscando?
—Nada...
—¿Buscas a alguien?
Huntley se quedó inmóvil, dudó un momento y dijo con sinceridad: —He oído que usted invita a Soledad, y da la casualidad de que yo también tengo túnicas en las que necesito su ayuda. No sé si ya habrá terminado con las tareas que le deja.
—Se acabó—Clara dio un sorbo descuidad