Capítulo 55
Lucía abrió duramente sus párpados pesados y sentía un dolor tan insufrible como si todos sus huesos se hubieran quebrantado.

Vio las paredes blancas alrededor, olió el desinfectante y tenía el cuerpo y la cara envueltos en gasa.

Lo más extraño fue que tuviera una pierna colgada en alto.

Cuando estaba confundida, una mano grande y firme le tomó la suya y la calidez le rezumó al corazón.

Volvió la cabeza y se topó con los ojos profundos del hombre.

Él la miraba en silencio, pero en el fondo de sus ojos se manifestaban sentimientos complicados.

Inquietud, enojo, preocupación, lástima...

Y remordimiento.

Dio una sonrisa forzada, le rozó suavemente el cabello y dijo con una voz ronca: —Por fin te despertaste.

Lucía se movió un poco y, con un zumbido en el cerebro, no sentía nada más que un dolor por todo su cuerpo.

—¿Qué me pasó?

—¿No lo recuerdas?—Jorge sostuvo las manitas de la mujer en sus palmas y las acariciaba con cariño.

Esta tenía los labios secos y la garganta le parecía quemada.

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