—Sin embargo, antes de eso...
...
Polo llamaba a Lucía sin cesar una vez que bajó del avión, pero nadie respondía.
Esa sensación ominosa instantáneamente comenzó a corroer su corazón como millones de pequeños insectos.
Se apresuró en dirección a su casa, pero justo cuando llegó al pie del edificio, se encontró con las personas que Omar Pérez siempre había enviado allí.
Al verlo, todos quedaron boquiabiertos y sorprendidos.
—Sr. Polo, ¿no... no ha ido a la tienda?
—¿Qué? —Polo sintió un apretón en el corazón— ¿A qué tienda te refieres?
—Los dos que se encargan de la vigilancia allí dijeron que te vieron entrar a una cafetería —explicó—. Según lo que Pérez nos había dicho antes, no podemos molestarlo mientras usted está con la señora García, así que cuando lo observaron llegar a la tienda, ¡se retiraron!
—¡Maldición!
Lo entendió al instante.
El que entró en la tienda era Jorge Montes, y en ese momento... ¡Lucía estaba frente a él, sola!
¡Conduzcamos allí de inmediato!
Aquellos guardaespa