Nunca había pensado que un hombre tan imponente como Polo tuviera un lado tan ordinario y común.
Sin saber qué cuenta era incorrecta, Lucía se puso serio y le dijo algo a Polo. A su lado, Polo, un hombretón de casi un metro nueve, agachó la cabeza ante ella como un colegial que hubiera cometido un error.
Esta escena conmocionó a Teo.
Cuando Polo estaba con Lucía, era como un marido que se queda en casa, fueron como otros hombres, temía a su mujer, tenía que pagar cuando ganaba dinero y tenía poco estatus en la familia.
No quería ser admirado, pero estaba contento con la falta de estatus.
El corazón de Teo tembló y sus puños se cerraron con fuerza.
Se acercó más, la puerta de la cafetería estaba abierta y la conversación de la pareja llegaba claramente a sus oídos.
—Cariño, escúchame, ¡el precio debería ajustarse a la baja!
—Pero vendemos algo bueno, no podemos rebajarnos.
—No es que vendamos con pérdidas, es solo un poco más barato que el precio habitual. ¡Vendemos más con menos benefi