Por más que Josefa quiso liberarse de Blanca, no pudo, pues ella la tenía agarrada por el cabello, dándole jalones fuertes, hacia el estiércol fresco.
— ¡Suéltame! ¡Estás loca Blanca!— Gritaba Josefa asustada, pues nunca la había visto así de furiosa.
— Esto es, para que sigas diciendo que yo le coqueteo a Don Cheto.— Decía a voz alta, viéndola con desprecio, en tanto se guindaba más en su espalda.
De pronto, el chico que repartía los periódicos en el pueblo, iba pasando con su bicicleta y al verlas pelear se detuvo, pero decidió mantener distancia por miedo a ser arrastrado a la contienda.
— ¿Y este par de locas quiénes son? ¿qué les pasó?— Se preguntaba en tanto intentaba ver bien el rostro de alguna, pues se movían muy rápido y ya estaba empezando a oscurecer.
Al reconocerlas a ambas, él tomó su bicicleta y pedaleó lo más rápido que pudo a casa de Josefa, para avisarle a algún familiar que fuera a ayudarla, pues a simple vista, ella era quien llevaba la pelea perdida.
— ¡Hey, psss