325. No puedo creerles
Jason
Ella entró primero. Y yo me quedé parado en la puerta de la maldita habitación.
Respiré hondo. Mis instintos gritaban que no debería estar allí. Que no era seguro. Que era una trampa. Que en cualquier segundo alguien podría arrancarme lo que me quedaba de vida y de orgullo.
Pero estaba allí.
Por ella.
Solo por ella.
Si Kiara no estuviera dentro de esa habitación, yo ya habría desaparecido en medio de la noche. Pero mi loba terca, con esos ojos que ardían con todo lo que nunca tuve... me arrastraba hacia este abismo.
Solté el aire despacio. Di un paso. Luego otro.
Y entré.
La habitación exudaba poder. No solo por las paredes oscuras, el mobiliario pesado, o los cuadros de siglos atrás. Era el olor del macho que dominaba todo allí.
El olor del Alfa Supremo.
Él estaba en cada rincón, cada sillón, cada centímetro de esa maldita habitación. Una advertencia silenciosa: este es mi territorio. Ten cuidado por dónde pisas.
Mi lobo se agitó. Mis pupilas se dilataron. Mi cuerpo se tensó. M