324. Son diferentes de lo que pensé
Jason
El calor de su mano me abandonó en el segundo siguiente.
Y el frío de la casa se metió en mis huesos.
Era hermoso por dentro.
Espacioso. Imponente. Seguro.
Pero todo lo que sentía... era que no pertenecía.
Mis ojos buscaron instintivamente las ventanas. Las puertas. Las salidas.
Mi lobo trazaba rutas de escape, atento a cada ruido, a cada sombra. Como si estuviéramos en el corazón del enemigo.
Cada pared parecía gritar "linaje".
Cuadros, escudos, uniformes antiguos... todo allí era memoria viva de un legado que no me incluía.
Mi respiración se hizo más pesada.
La verdad era simple y cruel: no quería estar allí.
Si no fuera por ella, esa loba terca, luminosa e impredecible, ya habría desaparecido en el segundo siguiente.
Pero era por ella que lo estaba intentando.
Porque si había un lugar donde mi lobo quería quedarse...
era donde ella estuviera.
Me acerqué a un gran retrato, en medio del pasillo. El marco dorado casi relucía bajo la luz amarilla de las lámparas de pared.
El chic