107. Revelaciones
Stefanos
Cerré la puerta de la habitación detrás de nosotros, aislando el mundo exterior. Ella todavía estaba en mis brazos, pero su respiración ya no era ligera como antes.
Era contenida.
Tensa.
Caminé con ella hasta el borde de la cama y me senté, acomodando a Nuria en mi regazo como si estuviera hecha de algo que no podía perder. La sangre seca aún teñía su mano, y fue allí donde puse mi atención primero.
Sostuve sus dedos delicadamente, observando el corte casi cerrado.
La sangre azul.
El don.
La maldición.
Incliné el rostro y presioné mis labios sobre la piel herida, dejando un beso lento allí. Un gesto de devoción. De silencio.
Ella no dijo nada.
Pero no era necesario.
La conocía demasiado bien como para no notar que algo se movía detrás de esa mirada callada. Una guerra interna. Y ella aún no sabía si podía confiar en mí con todo lo que cargaba.
"No… no eres buena ocultando la tensión, Ruina", dije, con los ojos fijos en ella. "Y yo no soy bueno fingiendo que no me doy cuenta".