La casa estaba en silencio, pero en la mente de Aurora, el eco de aquella llamada retumbaba como un golpe sordo. Su respiración se había vuelto entrecortada, su cuerpo temblaba sin control.
"Te veo."
Esas dos palabras se habían incrustado en su piel como hielo, paralizándola.
Intentó moverse, intentó pensar con claridad, pero su visión comenzó a nublarse, el mundo giró a su alrededor, y antes de que pudiera reaccionar, sus piernas cedieron.
Elena, que estaba justo al otro lado del pasillo, escuchó el ruido repentino.
—¡Aurora! —exclamó, corriendo hacia ella justo cuando su cuerpo se desplomaba en el suelo.
Roberto llegó segundos después, su rostro transformado por la preocupación.
—¿Qué pasó?
Elena se arrodilló rápidamente y tocó el rostro de Aurora, sintiendo la frialdad de su piel.
—Está pálida. Su pulso es irregular.
Roberto tomó el teléfono con manos temblorosas. —Voy a llamar a un médico.
Elena, sin perder tiempo, apoyó la cabeza de Aurora sobre su regazo y ac