La ambulancia se alejaba con rapidez, llevando a Aurora al hospital mientras Alexander permanecía en la entrada de la casa, su mandíbula apretada y su mente consumida por la incertidumbre. Su madre y su padre estaban a su lado, ambos claramente preocupados, pero conscientes de que Alexander tenía demasiado peso sobre sus hombros.
—Hijo, tenemos que ir detrás de ella —dijo Roberto con tono firme.
Alexander asintió, pero su mirada se movió al teléfono en su mano. Su equipo aún estaba desplegado en la ciudad, controlando la ola de violencia que, sin explicación aparente, había estallado de la nada.
Su mente estaba dividida en dos frentes: su familia y el caos creciente que amenazaba la seguridad de todos.
—Natalia, dame un informe —ordenó en cuanto la llamada fue respondida.
La voz de su teniente sonaba tensa.
—Alexander, esto no es solo un enfrentamiento entre bandas. Estamos viendo una organización más grande detrás de esto. Tienen armamento pesado y una estrategia clara. N