El sol comenzaba a ocultarse cuando Alexander regresó a la casa después de una larga reunión en el comando. Su mente estaba llena de estrategias, rutas y posibles movimientos enemigos, pero en cuanto cruzó la puerta, todo eso pareció disiparse. Allí estaba Aurora, esperándolo con una sonrisa tenue, el brillo cálido de la luz dorada resaltando sus facciones delicadas.
Sin pensarlo, Alexander dejó el maletín en la mesa y se acercó a ella, envolviendo su cintura con firmeza. Aurora se apoyó en su pecho, respirando profundamente mientras cerraba los ojos. No había necesidad de palabras. El simple hecho de sentir sus brazos rodeándola era suficiente para calmar cualquier tormenta interna.
—Te extrañé —susurró Aurora contra su cuello.
Alexander la sostuvo un poco más fuerte, dejando un beso en su cabello antes de responder. —Yo también.
Las horas transcurrieron en una tranquilidad relativa, entre conversaciones suaves y gestos llenos de cariño. Aurora ya no dudaba al tomar su mano, y Alexa