La habitación del hospital estaba bañada por la luz tenue de la tarde, pero la calma que parecía envolver el lugar era solo una ilusión. En el interior de Aurora, la tormenta aún rugía con fuerza.
Alexander había ofrecido llevarla consigo, protegerla, darle un lugar seguro, pero ¿qué significaba realmente eso? ¿Era solo parte de su deber o había algo más? La pregunta giraba en su mente como un eco interminable, incapaz de encontrar una respuesta concreta.
Alexander se encontraba junto a la ventana, observando la ciudad con su típica expresión seria. Aurora lo miraba de reojo, estudiándolo, tratando de entender lo que realmente estaba pasando entre ellos. Había un abismo entre lo que decían y lo que sentían, una distancia que ninguno parecía capaz de cruzar.
Finalmente, fue ella quien rompió el silencio.
—¿Por qué quieres hacer esto por mí, Alex? — Pregunto Aurora, con temor a la respuesta, aunque ella misma no entendía por qué.
Alexander se giró hacia ella, su mirada atrapándola