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Capítulo 3: Merezco algo mejor y él también.

A primera hora de la mañana vino el cerrajero, sentí alivio y tristeza cuando me entregaron mis nuevas llaves. Es como si me estuvieran diciendo, "toma, aquí esta, en tus manos una nueva oportunidad para que vivas tu vida. Un nuevo comienzo" ¿será que puedo hacerlo?

Simón ni siquiera me llamo anoche, seguro que pensará que yo le perdonare de nuevo, como siempre.

En estos momentos me estoy dirigiendo hacia la empresa donde trabajo, al llegar veo puras caras conocidas, me saludan y yo les devuelvo el saludo, caminando algo inquieta por la no aparición de Simón y el encuentro con su amante alias mi secretaria. La que por cierto no veo por ningún lado par mi alivio.

Una vez en mi pequeño, pero cómodo lugar de trabajo comienzo el día como siempre, y de María mi secretaria ni la sombra.

— ¿Abril, puedo entrar? –tocan mi puerta y de un manotazo me seco las lágrimas que comenzaban a bajar por mis mejillas.

— Puede pasar. –digo con voz ronca, tratando de serenarme.

— Bueno, voy al grano, te quiero a ti con tu equipo en la campaña Stevenz.

—¿No me digas que los nuevos no fueron capaces de lidiar con el sra Lorenzo?

—Ya sabes, difícil, perfeccionista, exigente, estricto y mal genio cuando no es lo que él pide, aunque sea un mínimo detalle. Y es una cuenta importate, además de mis mejores clientes. Y solo tu puedes con él, ya lo conoces. –la observó, hay algo raro en esto, ella también podría.

—¿Porqué no te encargas tú? Ambas sabemos que no soy la única capaz de manejar a este cliente. ¿O es que le temes a su hijo? –la pico y la veo llevar sus manos a su cabello para alisarlo. Ahora sé que me va a ocultar algo. Sonrió por dentro porque conmigo no podrá, se lo pondré difícil. Ya que mi jefa y yo, somos más que jefa y empleada, yo soy algo así como ami-empleada pelona y sincera. Nos conocemos desde adolescentes, estudiamos juntas, fuimos a la misma universidad, y la apoye cuando inició su empresa. Pero no quise ser socia ni nada, solo su empleada con derecho a réplicas que deben ser escuchadas. Además fue con el dinero de sus padres que comenzo, dinero que ya le ha devuelto. Ella es muy luchona, empoderada y también mi única ami-jefa, ya que siempre mi ambiente social giro casi todo entorno a Simón, y digo casi, porque tengo un hobbie, que ni él pudo hacerme dejar.

—Ya no me afecta. –responde con una duda disfrazada de seguridad–pero debo estar viajando por un nuevo cliente, así es que no podría con otra cuenta más.

—Mmm entiendo, aunque insisto que deberías hacerlo tú entonces, sabes que Don Lorenzo es un cliente muy importante y antiguo, no podemos perderlo. Y si es verdad que no te afecta su hijo...

— Es verdad que no me afecta. –me interrumpe nerviosa–además, si lo vieras como anda por ahí con esas colgadas de su brazo. –esto lo dice con rencor.

—Yo recuerdo que él fue a hacer un doctorado, y claramente escuché ese día en el aeropuerto, al cual me obligaste a ir para que no tentarte e irte con él, que te prometió volver por ti. No note que mentía. –digo recordando ese día, día desde el que mi ami-jefa solo se ha dedicado a trabajar como si su vida dependiera de ello. Y sé con seguridad que ellos se amaban.

—Pues, es un mentiroso. Además de doctorado, parece más bien que se dedica a tomarle las medidas a esas, medidas y quién sabe que más. Aunque lo imagino. - esto lo dice con rencor.

—Entonces no pasa nada, si ya no sientes nada por él, ¿qué importa verlo? Aquí lo importante es el cliente. –si ella acepta este reto, es que todavía siente cosas por él, pero si pasa de mi propuesta, es que lo ha olvidado.

—Tienes razón, no te preocupes, yo me haré cargo de esta cuenta. No tengo porque evitarlo... –se le sale.

—¿Lo has estado evitando, desde cuándo? –se me sale la pregunta sin poder evitarlo.

—No, no, no es así, olvídalo. –le resta importancia algo nerviosa.

— ¿Y el cliente por el que tienes que viajar?

—¿Cuál cliente? –dice confundida al principio y yo le sonrió, entonces se da cuenta de su error– ¡te odio! Y me retiro.

—¡Sabes que me amas, y sin mi no puedes vivir cariño! –le grito cuando se va dando un portazo.

—Ay ese par, estoy segura que debe haber algún malentendido allí, pero bueno, que lo resuelvan ellos. Yo tengo mis propios líos, ahora mejor a trabajar. –hablo conmigo misma, mientras la lluvia afuera golpea con fuerza.

El día se va en un abrir y cerrar de ojos, tiempo en que olvide mis problemas.

***

Coloco la llave en la cerradura de la puerta de mi departamento y escucho el doloroso click avisándome que se ha abierto.

Obligo a mi cuerpo a entrar, saco la llave de la cerradura, y la empujo con demasiada fuerza, lo que hace que se cierre de golpe.

Volteo mi cabeza hacia ella de nuevo, revisando que este bien asegurada, como si temiera que la abrieran. Entonces, me doy la vuelta dirigiéndome a la sala, y tiro mis cosas.

Mi abrigo mojado cae no sé dónde, poco me importa en este momento, me acerco todavía arrastrando mis pies hasta el sofá azul, me siento en el; en el maldito sofá azul donde otras veces lloré por sus mentiras, donde tantas veces me creí mis propias mentiras, donde tantas veces pedí que viniera y nos reconciliáramos, ¡maldito sofá azul traicionero, que me hiciste creerle cada mentira!

La lluvia se escucha con fuerza en el exterior, me siento sola y fría. Lo que olvide durante mi trabajo ahora regresa a mí, y mis lágrimas comienzan a caer, un nudo en mi garganta no me deja respirar y entonces lo escuchó.

— Amor, abre la puerta, hablemos... sabes que te amo solo a ti, lo sabes. –dice esa voz que tanto daño me ha hecho con su engaño, y que a la vez me ha abierto los ojos. Vuelve a tocar la puerta, ya que no tiene la copias de mi nuevas llaves, cosa que hice cuando lo pillé infraganti, menos mal que lo hice o si no, ¿qué locura estaría haciendo ahora gracias a la maldita costumbre si él hubiera tenido las llaves?

Sí, ¡lo sé, lo sé!

El cuerpo puede ser un maldito traicionero a veces, aunque ahora sienta frío y mi cuerpo necesite del suyo, sé muy bien que es solo costumbre, necesidad. Porque el amor no daña ni traiciona, y yo lo que temo es quedar sola, aunque ahora ese temor lo encierro con siete mil llaves muy adentro en mi mente, porque debo ser fuerte.

— ¡Vete! ¡No quiero saber más de ti! —mi voz sale ronca por haber llorado tanto. Me sueno la nariz que la tengo peor que rodolfo el reno.

— Amor, ¡¿hablemos?! –dice de nuevo desesperándose, oh sí, debe estar desesperado. Es que él está acostumbrado a que todo sea como dice, es como un maldito capitán de un barco. Lástima por él, porque este barco quiere navegar ya sin él.

— Nooo...

— Amor, te amo... abre la puerta y verás que todo se soluciona, ¡no puedo vivir sin ti! –grita y me hierve la sangre de rabia, pego un brinco y me levanto como resorte del sofá, pero antes de dejar que esta debilidad me haga abrir la puerta, cierro los ojos y pongo la imagen de él en su departamento con aquella mujer. Yo merezco algo mejor que esto, y tal vez él también.

— ¡Vete! ¡O llamo a la policía!

— No lo harás, me amas...

— Bien, si quieres seguir mintiéndote, si quieres seguir actuando, ¡entonces quédate y verás! –lo escucho maldecir.

— Volveré...–entonces me acerco a la puerta pegando mi oído a ella, y siento como sus pasos se alejan.

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