Mundo ficciónIniciar sesiónRetrocedo lentamente, para salir de su habitación sin que me noten. Quiero huir y dejar atrás lo que acabo de ver, sin ellos acabar. Pero malditamente choco algo que cae y hace un ruido estruendoso, es como si el destino se empeñar en ponerme en evidencia cada vez que lo pillo en sus mentiras. Se escuchan pasos tras de mí a lo que yo trato de correr pero su agarre me detiene.
— ¿Abril, qué haces aquí hoy? Pensé que ibas de salida con tu grupo de trabajo. –quiero quitarme sus asquerosas manos de encima, quiero abofeterlo hasta cansarme por su maldita pregunta. Levanto mi mirada hacia él, y apareciendo de la nada ahí esta muy pancha, su nueva conquista, que no es nada más y nada menos que mi compañera de trabajo María, quiero arrancarle esa estúpida sonrisa de burla que esta tratando de disfrazar de arrepentimiento. —Abril, lo siento mucho, pero es que una cosa llevo a la otra y yo... Lo siento mucho. –baja la mirada y yo aprieto mis puños para no saltarle encima. Me contengo, ellos no valen la pena, no puedo más, y soltandome de Simon retrocedió chocando con la pared que esta cerca de la puerta, también con sus llaves. Donde por cierto observó la copia que el tiene de las llaves de mi departamento. —Mi amor, sabes que esto no es importante, tú y yo somos más que esto. Mejor ve a casa mientras yo te sigo más tarde, ¿esta bien? –se vuelve a observar a su nueva conquista, y yo aprovecho de agarrar la copia de mis llaves. Aunque pensándolo bien, mejor cambio la cerradura. Lo miro queriendo abofetearlo por su idea, pero no lo hago, "no vale la pena me recuerdo" esta semana ya van dos veces que lo pillo engañandome, no se cómo puedo estar frente a ellos, esto no está bien, ¿qué estoy haciendo con mi vida? Giro y me alejo corriendo hacia el ascensor, entro y soporto un poco más las lágrimas. Al salir de su edificio llueve torrencialmente... Lluvia que caes justo a tiempo para ocultar las lágrimas que escapan espantadas por mis mejillas, por lo que vieron y oyeron. ¡Otra vez, otra maldita vez me engaño! ¡Oh! ¿Este es mi castigo? Pero si es así te pregunto a ti, ¡¿por qué soy castigada?! Acaso es, ¿por no esperar el amor de verdad, que no sé si algún día llegará? O es, ¿por colorear solo de blanco, negro y grises mi vida sentimental? Pero si es así, debo decir que es por el miedo a quedar sola, por el miedo a perder a alguien importante, así como años atrás perdí a mis padres, y por experiencia sé, ¡que ni el amor que sentía por ellos los salvó! ***Flashback, de 5 años atrás. Camino desesperada hacia el único lugar en donde encuentro a alguien que siempre me escucha, entro a tropezones y me arrodillo ante él. —Dios mío porfavor, salvalos, te lo suplico, son lo único que me queda, mi única familia. Por... Favor no los desampares. Siempre he sido buena, mis padres... No pueden morir, confio en ti. Porfavor, te lo suplico.... –gruesas lágrimas caen por mi mejilla, me duele el pecho, y sé que también tengo algunos cortes y mi ropa esta manchada con sangre. Pero allí arrodillada suplico, imploro por la vida de mis padres. Las horas pasan y me levanto de allí con las piernas entumecidas. Camino algo adolorida hacia donde están operando a mis padres, una enfermera me ve. —Señorita, porfavor, venga conmigo... Vamos a revisar esas heridas, tiene varios cortes. –me urge mientras me jala con suavidad del brazo. —Mis padres, ¿qué se ha sabido de mis padres? –le preguntó con ojos llorosos, ella sabe a qué me refiero, me vio antes con ellos cuando llegamos a urgencias. — Todavía no salen de pabellón... –me dice y veo tristeza en su mirada. Después de un tiempo, en el que demoro en curar mis heridas, de enviarme a rayos, y mandarme a hacer algunos exámenes. Ya cambiada de ropa; ropa que ella me consiguió de algún lugar, estoy aquí, esperando a que salgan a decirme algo de mis padres. Cuando de repente ahí esta el médico, y su mirada no me da buena espina. — Doctor, ¿cómo están mis padres? Salieron bien de pabellón cierto? –preguntó mientras por dentro ruego porque su respuesta sea positiva. —Señorita Abril... Lo siento, hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos, pero fue muy difícil porque ya venían muy mal. Lamento informarle esto, pero ellos fallecieron... –se detiene mientras yo entre lo escucho, para luego entrar a ver a mis padres, pese a que me gritan que no puedo. Hasta que llego, y allí uno a cada lado, dos salas dividida por una pared de por medio que es lo único que los separa, estan ellos, primero me dirijo a mi madre y la abrazo, abrazo su cuerpo inerte, observando por el vidrio transparente el cuerpo de mi padre. Ambos están llenos de cables, y... Sus corazón dejaron de latir. Su vida se ha extinguido y yo quiero irme con ellos. Fin del flashback. *** Y aquí sigo, con vida pero sin ellos... El amor duele y destroza, es lo que aprendí, y es por esa razón que no quise arriesgarme a amar. A amar sin condiciones, con esa intensidad y locura que mis padres, amigos, y mis novelas de romance describen. Por eso me aferre a Simón, porque era seguro, porque con él a mi lado mi corazón estaba a salvo. Pero, ¿por qué duele tanto lo que él me hizo? Sé con seguridad que no le amo, y sé que él tampoco lo hace. ¿Acaso verlo engañándome nuevamente hizo que algo cambiara en mí? ¡Por supuesto que lo hizo! ¡Me harte de las falsas palabras de amor que nos dedicamos día a día, actuando para el mundo y para nosotros, interpretando un guión de sentimientos inexistentes, sentimientos vacíos que hasta creíamos que eran reales; tan reales que incluso nos volvimos seguros de que iba a durar para siempre! Sé que es así, y verlo me dolió demasiado, tanto que me hizo comprender que ya no quiero algo frívolo y lleno de mentiras. Quiero algo más que costumbre, ya no quiero algo que duela aún sin importarme, ¿contradictorio? Claro que sí. ¡Escúchame oh Dios! Que todo lo ves, mándame un amor de verdad, aunque sea por unos momentos, ¡para saber lo que es ser amada! ¡Ya no quiero una vida vacía y sin colores! ¡Oh, te lo suplico arranca este dolor y dame un arcoíris, un arcoíris para amar con cada latido de mi corazón! Ya no quiero esta costumbre de su presencia, que me está matando, ya no quiero sentir más esta necesidad por aquel hombre traicionero, quiero sentir mucho más... Pero y si... ¡Maldición otra vez no! ¿Porqué este miedo vuelve a mí una vez más? Justo cuando casi estoy decidida, justo cuando... Y, ¿si me quedó sola para siempre? ¡Esa pregunta me está haciendo dudar! Mis lágrimas siguen ocultas tras el velo de la lluvia, sigo caminando hasta que me he dado cuenta que estoy en la entrada del edificio donde se encuentra mi departamento, el cual está a 6 cuadras del de Simón, y malditamente tiene muchos recuerdos del miserable hombre que me engaño e intento hacerme comprender, ¡que lo hizo porque me amaba! Llegó a mi edificio y saludo al conserje, él me mira preocupado, asustado. —No se preocupe señor Lucas, es la lluvia, esta muy fuerte. –lo interrumpo antes de que diga algo, pero como Lucas es Lucas, me dice. — Si me permite señorita, por los años, la confianza, el aprecio que le tengo a usted y a sus difuntos padres...–no me queda más que escucharlo, por el respeto y por que es casi un papá abuelo para mí– usted merece algo mejor. —Lucas yo... –mi mirada se desvía de la de él hacia el ascensor, donde baja doña Mercedes, por lo que solo digo– gracias Lucas, podrías porfavor buscar a un cerrajero que se encargue de cambiar la chapa de mi puerta porfavor, es que perdí una de mis llaves y no quiero pecar de confiada. — Por supuesto señorita. —Que tenga buena noche. –me despido de él, y ya está; está vez será definitivo. Y con eso me voy, saludando a la sra Mercedes y luego subir al ascensor que está vacío. Al llegar a mi departamento, entumecida por la lluvia, prendo el calentador y me voy a dar una ducha calentita. Mañana es un nuevo día, mañana estaré mejor, pero las malditas lágrimas comienzan a caer de nuevo... Por culpa de la maldita costumbre, caí tantas veces en sus mentiras, ¡que estúpida fui! mis frustraciones, mi rabia conmigo misma a través de gritos mentales hacen eco en mi cabeza. Termino de ducharme, agarro un bata de algodón gruesa la anudo, tomo una toalla y seco mi cabello. Suspiro al sentir que el entumecimiento se ha ido, voy a la cocina y me preparo una taza de chocolate caliente. Es que soy tan dura de mollera para hacerme entrar en razón a mí misma, tan igual a mi padre, o eso es lo que decía mi dulce madre antes de morir. La melodía de sus risas siguen grabadas aquí en mi mente, sus miradas cómplices y abrazos como si no hubiera un final, como si cada segundo fuera infinito. Las historias llenas de magia que mi padre se inventaba sobre la marcha en las noches cuando no podía dormir, pero algo que siempre me llamó la atención y que llevo a fuego en mi sangre, es oír mi madre como siempre con su tan característica pasión me susurraba uno que otro poema mientras veía a mi padre. Y así viví entre esos dos seres que ame como a nadie, y que sé fue recíproco. Tantos y tan pocos momentos tuve con ellos, demasiado pronto se fueron, demasiado pronto el amor me hizo añicos, desterrandolos de mi vida. La lluvia me trae de regreso al presente, a mi realidad. Y luego de beber mi chocolate caliente, arrastrando mis pies en contra de mi voluntad me adentro a aquel lugar, aquel lugar donde tantas veces me hizo promesas; donde tantas veces le creí cada palabra a pesar de que muy en el fondo sabía muy bien lo que teníamos. Estúpida de mí, y todo por no salir de mi burbuja, la que era según yo, "segura" por ser monótona y sin peligro. 






