La decisión de Daryel era firme: aceptaría el juego de Alessandro, usaría la adicción como arma y mantendría el secreto a toda costa.
El primer paso era neutralizar la tensión con Sofía.
Salió de su habitación y fue en busca de su hermana.
La encontró en el salon principal, ese espacio luminoso que ahora parecía un escenario perfecto para la crueldad psicológica.
Sofía estaba envuelta en una manta, un café humeante en la mano, su rostro aún mostraba la palidez del miedo y la culpa de la noche anterior.
Daryel se acercó lentamente.
Su postura era formal, casi robótica, calculando cada palabra para que sonara a pragmatismo y no a reconciliación afectuosa.
- Sofía. - comenzó Daryel, su voz sonaba áspera.
Sofía levantó la mirada, y sus ojos verdes se llenaron de aprensión.
- Daryel, por favor, no empieces. Ya sé que estás enojada.
- No estoy enojada. - mintió Daryel con frialdad - Estoy decepcionada por tu falta de juicio, pero eso es irrelevante ahora. Lo que pasó entre tú y yo en la