Daryel entró en su habitación después del tenso enfrentamiento con Alessandro, cerrando la puerta con una cautela innecesaria, como si temiera que el sonido de su derrota pudiera alertar a la mansión.

Acababa de aceptar ser la amante secreta de su captor, la "mujer" que él poseía, y la única regla para sobrevivir era la discreción absoluta.

Pero el precio era mucho más alto de lo que su mente calculadora había previsto.

Se apoyó contra la puerta, sintiendo saquel camison como una armadura perforada.

Su piel, ardía con el recuerdo del toque de Alessandro, de su aliento, de la fuerza con la que la había sujetado al declararla suya.

El pecado había penetrado más allá de la piel, haciéndola sentir asqueada y sucia.

Su impulso la llevó al baño, donde se desnudó con prisa, arrojando el camisón lejos, sintiendo que cada fibra de tela llevaba el olor del delito.

Entró en la ducha y abrió el agua hasta el punto máximo de calor tolerable, buscando una purificación que rayaba en la penitencia.

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