El aire se electrificó en el umbral.
El desafío lanzado por Daryel, envuelto en seda negra y perfumado con la rabia de los celos, había golpeado a Alessandro en el único lugar donde era vulnerable: su obsesión por ella.
Su deseo, largamente reprimido y desatado ahora por la traición de su propia hermana, era una fuerza volcánica.
Alessandro tardó un segundo, un instante que se sintió eterno, en procesar el giro de las cosas.
Sabía a la perfección que, esa entrega era una mentira, una estrategia más de Daryel para encontrar su punto débil.
Su mente calculadora le gritó que, eso era una trampa y que esa mujer, lo estaba usando.
Pero el hombre dentro de él, el que había coleccionado objetos de deseo inalcanzables, no pudo resistirse a su acto de seducción y entrega.
Ella era el trofeo final, y por fin estaba a su alcance por voluntad propia.
- Un infierno, dices. - susurró Alessandro, con sus ojos avellana fijos en los de ella, sin rastro de burla, solo una intensidad peligrosa.
Soltó la