Mi mejor amigo me observaba con esa mezcla de reproche y advertencia, como si ya supiera que estaba a punto de lanzarme directo al precipicio… y aun así entendiera mejor que yo la razón que me empujaba a hacerlo. Le di una palmada seca en el pecho, más para apartar su juicio que a él, y esbocé una sonrisa torcida, hueca, como quien ya no tiene nada que perder. Después seguí caminando sin mirar atrás.
Agarré de la barra una botella con medio de ron, tomé tragos grandes hasta llenar mi garganta de alcohol. Sentía como lentamente la sangre se calentaba en mis venas, empezando a hormiguear bajo mi piel.
Me detuve frente a la piscina. La música sonaba, p