Isabella encontró a Sebastián en el lugar más predecible posible: su estudio privado, rodeado de mapas dispersos y cartas selladas, con una copa de vino que probablemente había olvidado que tenía en la mano. La luz de las velas proyectaba sombras duras sobre su rostro, haciéndolo parecer mayor, más cansado. Cuando levantó la vista hacia ella, sus ojos verdes no mostraron ni rastro de su sonrisa habitual.
"¿Vienes a decirme que te vas?" preguntó sin preámbulos, su voz tan fría como el mármol de las columnas del Gran Salón.
"¿Perdón?" Isabella cerró la puerta detrás de ella, confundida por la hostilidad inmediata.
"Lord Blackwood me contó sobre su conversación. Sobre cómo estás 'preocupada' por tu seguridad." Sebastián se levantó bruscamente, tirando algunos papeles al suelo. "Supongo