La sonrisa de Ayslin no se borra, pero sus ojos revelan algo más que cortesía. Hay un destello de ironía, un brillo que puede interpretarse como burla o advertencia. –Soy la encargada de diseñar tu torta de bodas, ¿no es increíble? –responde, reluciente. –Resulta que mi empresa fue la elegida por tu querido padre para encargarse de este… evento tan especial.
Amara la mira con incredulidad, pero Ayslin no se detiene. Da un vistazo rápido a Cristóbal, lo escanea de pies a cabeza, y luego vuelve a mirar a Amara con una chispa cruel en los ojos. –Y él… –dice, con voz sedosa, mientras sus ojos se clavan como dagas en el rostro del hombre– debe ser el afortunado novio, ¿cierto?
–¿Tú eres la diseñadora de la torta? –pregunta Sophie, confundida, mirando a una y otra sin comprender el vínculo.
Cristóbal frunce el ceño y cruza los brazos, con gesto de desconfianza. –¿Se conocen? –pregunta, mirando fijamente a Amara.
–Nos conocemos –responde Ayslin antes de que Amara pueda reaccionar. –Diga