En el pasillo, Carlota recibe un mensaje en su teléfono. Lo lee sin pestañear, como si fuera el parte de una guardia más; no reacciona. Levanta la vista y calcula distancias, puertas, ángulos de cámara. A los dos minutos exactos, un agente forense aparece con un tubito transparente dentro de una bolsa de evidencia.
–Saliva confirmada –informa. –Perfil genético masculino. Estamos corriendo la base.
Carlota asiente, sin permitir que la esperanza le mueva un músculo. La esperanza es una grieta; por ahí se cuela la distracción. Mira la puerta cerrada de la 512, al otro lado de la cual late la vida que ahora tiene que custodiar como si llevara un reloj de bolsillo entre las manos. Mira la ventana al final del corredor: la noche de París parpadea, ajena e indiferente, como una ciudad que nunca pidió permiso para seguir.
El teléfono vibra otra vez. La base devuelve una coincidencia parcial: antecedentes por hurto, extorsión menor, trabajo esporádico en seguridad privada. Alias: *Le Boiteu