Mientras tanto, en la cabaña… Kate camina de un lado a otro como un animal enjaulado. Sus pasos golpean la madera del suelo con desesperación, marcando un ritmo acelerado y errático. Lleva horas sin recibir comunicación del exterior, y esa incertidumbre la está consumiendo.
–Si sigues caminando así vas a abrir un agujero en el piso –dice Lucas desde la mesa, intentando sonar relajado, aunque la taza de té le tiembla en las manos. Su mirada no logra disimular la tensión que le atraviesa los músculos.
Kate se detiene en seco, gira bruscamente hacia él, con los ojos desorbitados por la frustración. –¡Carajo, Lucas! –grita, y su voz resuena como un disparo. – ¡Esta cabaña de mierda no protege a nadie! No es un refugio, es una trampa. Nos aísla, nos deja sordos, ciegos… vulnerables. Necesitamos saber qué está pasando allá afuera. ¡Necesito saberlo! ¿Tan difícil es entender eso?
Lucas guarda silencio. Le da un sorbo al té que ya se ha enfriado, solo para no responder. –Mientras más tiemp