Carlota corre a cerrar las puertas. Sophie tiembla. Cristóbal revisa que nadie esté herido.
Liam se acerca a Amara, que sigue inmóvil, mirando el sobre. –No lo toques –le advierte.
–Es el mismo que me dejaron en la oficina –susurra ella.
–Por eso mismo, no lo toques –insiste él, bajando la voz. –Puede ser una amenaza. O algo peor.
Ella lo mira, con los ojos encendidos. –Todo esto son amenazas, Liam. Desde que me atreví a amar, todo ha sido una amenaza.
Él da un paso hacia ella, quebrándose apenas. –No digas eso. No ahora.
–¿Por qué no? –responde con fuerza. – ¿Por qué te asusta que la verdad tenga nombre y rostro? ¿Por qué temés que el mundo sepa que me elegiste, que me amás?
–Carajo –dice Cristóbal, desde el fondo. – Exponer esto fue desatar el caos.
Amara se vuelve hacia él. –¿Y esconderlo era mejor? ¿Seguir mintiendo? ¿Viviendo entre sombras? No, Cristóbal. Yo ya no vivo para complacer a nadie.
Sophie se levanta, aún temblando. –Ami, por favor… calmate.
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