Kate FitzGerald está sentada frente al ventanal oscuro de su departamento cuando la notificación ilumina su celular. No es un mensaje, no es un correo, no es una llamada: es un titular. Un titular que no debería existir. Un titular que, al abrirlo, le quema los ojos como si le hubieran arrojado ácido.

AMARA LAVEAU CONFIRMA SU EMBARAZO EN TRANSMISIÓN EN VIVO.

Y debajo, la frase que la destruye:

“Es una bendición. Una vida que protegeré con todo lo que soy.”

Al principio, Kate no respira. Su cuerpo queda congelado en una rigidez casi mecánica. El teléfono vibra dos veces más: alertas, réplicas del anuncio, clips editados de la transmisión. Ningún sonido la atraviesa. Nada la mueve.

Pero de pronto, sin aviso, el aire regresa a sus pulmones como un golpe seco. Y con él, el temblor.

–No… –susurra. Un susurro que se quiebra en mil astillas. – No, no, no…

Sus manos empiezan a temblar. Primero los dedos, después las muñecas. Y luego, como una ola violenta que nace en el pecho y sube hasta la