Carlos camina de un lado a otro en su despacho. El tic-tac del reloj parece más fuerte que nunca, como si marcara el compás de su creciente incertidumbre. El hielo dentro del vaso de whisky tintinea con cada movimiento brusco de su muñeca. La bebida, que solía calmarlo, ahora solo le sabe a cenizas.
La imagen de Úrsula, preocupada, inquieta… insistente con el tema de Liam… le golpea el pecho una y otra vez. La mujer que duerme a su lado, la que jura amarlo, ¿esconde algo? ¿Lo manipula? ¿Lo protege… o lo traiciona?
En ese momento, la puerta se entreabre –Amor –dice Úrsula, asomando su rostro con una sonrisa suave, perfectamente ensayada. – Tengo que salir. Volveré en unas horas. ¿Sí?
Carlos levanta la vista. Su mirada es una mezcla peligrosa de amor, desconfianza y cansancio. Deja el vaso a un lado con un golpe seco. –¿A dónde vas? Te acompaño –responde, mientras toma el celular y comienza a buscar sus llaves con la otra mano.
Úrsula parpadea, la sonrisa se quiebra apenas un mil