–¡Carajo! –ruge Carlos, golpeando la puerta al volver a su despacho. Su respiración es agitada, la rabia sube como lava por su garganta. Se deja caer en su sillón de cuero, apoya los codos en el escritorio y se frota el rostro con ambas manos. Cuando vuelve a levantar la mirada, su voz es un filo contenido. – Dime que al menos encontraste algo de Kate.
–Antes de hablarle de ella, señor, necesito que escuche esto –dice con cuidado, pero con urgencia. – Apareció un nuevo nombre en la lista cruzada de datos. Uno que lo va a alterar aún más. Lucas Granel.
Carlos frunce el ceño, confuso. –¿Granel? Ese no es el apellido que figura en su contrato. Él firmó como Lucas Bianchi.
–Exacto –asiente Carlota, abriendo el expediente. –Ese hombre ha utilizado al menos seis identidades distintas en los últimos ocho años. Granel es solo uno de sus tantos apellidos. Ha sido extremadamente difícil rastrearlo, pero no imposible. Y lo que descubrimos… cambia todo.
Carlos se incorpora, como si la tensió