C49- ¿AÚN SIGUES PENSANDO EN ADELINE WINCHESTER?
El auto se detuvo tras cruzar una verja de hierro negro. Katerina miró por la ventana, confundida. No era un parque público ni una zona turística. El camino estaba bordeado por hileras de rosales, y más adelante se alzaban faroles antiguos y un portón de madera decorado con cintas azules y blancas que se movían con el viento.
James bajó primero, dio la vuelta al coche y abrió la puerta del copiloto con una sonrisa tranquila.
—Llegamos.
Katerina frunció el ceño, curiosa, y salió con Arthur aún medio dormido en brazos, pero apenas dio unos pasos, se quedó inmóvil. Porque frente a ella se extendía un enorme jardín privado, lleno de flores de todos los colores: lavandas, tulipanes, rosas y margaritas. Había caminos de piedra que serpenteaban entre fuentes pequeñas, bancos de hierro forjado y árboles cubiertos de luces diminutas y en el centro, un carrusel antiguo giraba despacio, acompañado por una suave melodía.
También había hombres vesti