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Capítulo 2 – Primera misión: ¿archivos o artimañas?

Emily ajustó su blusa frente al espejo del baño de la oficina, inspiró profundamente y se sonrió a sí misma con decisión.

—Muy bien, Thompson. Hoy no mojas a nadie, no haces comentarios sarcásticos y definitivamente no hablas con plantas como si fueran tus compañeras de trabajo. Van a pensar que estas loca. —se señaló con el dedo índice—. Profesionalismo ante todo.

Caminó hasta su escritorio con paso firme. Su área de trabajo estaba decorada con una pequeña planta artificial, una taza que decía “Jefa del Caos”, y post-its en forma de corazones. Algunos marcos con fotos de su familia que ya extrañaba y de Valeria, su roomate y mejor amiga desde la infancia. Además tenía todos los accesorios de su escritorio de Hello Kitty. Todo lo que una oficina minimalista y gris como la de Brown Enterprises necesitaba para parecer menos… cementerio corporativo.

Emily encendía su computadora cuando la puerta del despacho de Albert se abrió. Él asomó la cabeza sin dejar de mirar su reloj.

—Necesito que organice y resuma los reportes del último trimestre, redacte el comunicado para el inversor alemán y reprograme la reunión con San Francisco y que confirme mi agenda de esta semana. Todo antes del mediodía.

—¿Desea que le prepare café también o prefiere que le traiga el Santo Grial?

Albert la miró en silencio y cerró los ojos pidiendo paciencia.

—¿Eso fue un sí?

Él cerró la puerta.

—Perfecto. Iniciamos bien —murmuró Emily, abriendo el correo electrónico mientras masticaba el borde de un bolígrafo—. Bienvenida a tu día, Thompson. Evita el sarcasmo. Apuesta por la eficiencia.

Cuarenta y cinco minutos más tarde, tenía la agenda reorganizada, un comunicado perfectamente redactado, y un resumen de los reportes que hacía llorar de emoción hasta al Excel más exigente.

Y entonces ocurrió.

El archivo desapareció.

Literalmente.

El resumen del informe financiero de tres páginas, que había escrito con tanto detalle, se esfumó de la carpeta compartida.

En su lugar… una imagen de un gato con gafas de sol y la leyenda: “I’m too cool for this spreadsheet.”

—¡¿Qué rayos…?!

Intentó restaurar la versión anterior. Nada.

—No puede ser. ¡No puede ser! —dijo en voz alta, justo cuando una voz familiar y elegante se escuchó a su lado.

—¿Problemas con los gatitos?

Emily levantó la vista. Frente a ella, de pie, una mujer rubia de piel perfecta, pestañas sospechosamente largas y un vestido tan ajustado que parecía pegado con resina industrial, la observaba con media sonrisa.

—¿Y tú eres…?

—Helena McNeil —extendió la mano con una delicadeza estudiada—. La prometida de Albert.¿ Y tú eres…?

Emily la miró unos segundos. Esa mujer era preciosa. De esas mujeres que se ven en las revistas completamente perfectas, ni un cabello fuera de sitio. Como si caminara en una burbuja y el viento no la despeinaba, aunque siempre pensó que esas mujeres tenían la cabeza hueca…

—Ah, sí, claro. Hola. Soy Emily, la nueva asistente ejecutiva de su prometido,digo, del CEO, digo… el de ustedes.

—Ya entendí —sonrió Helena, aunque sus ojos decían te estoy midiendo. Paseó la mirada por la oficina decorada por Emily y soltó una risita suave—. Qué adorable. ¿Te dejan personalizar tu espacio?

—Bueno, nadie me dijo que no. Y no vi que el reglamento dijera nada de la decoración del área de trabajo. Aquí entre tu y yo esto parece museo, es deprimente.

Helena ladeó la cabeza.

—Yo decoré este piso.

Emily cerró los ojo y pensó; “esta bocota mia”

Soltó una risa nerviosa y dijo —¡Wao! Tiene mucho talento señorita….

Helena percibió el sarcasmo e ignoró ese comentario — Albert no suele mantener sus asistentes por mucho tiempo. La mayoría son … incompetentes, poco discretas o demasiado simpáticas.

Emily parpadeó.

—¿Y cuál cree que soy yo?

—Aún no lo decido. Pero vine a almorzar con él. ¿Está en su despacho?

Emily asintió y señaló la puerta con la barbilla.

Helena sonrió una última vez antes de caminar hacia el despacho. Emily la vio entrar sin tocar.

—Perfecto —dijo en voz baja—. La bruja reina ha llegado al castillo.

Diez minutos después, Emily estaba agachada intentando reconectar la impresora cuando escuchó la voz de Albert al otro lado de su escritorio.

—¿Qué hace ahí abajo?

—Intentando comunicarme con el espíritu de esta impresora. No responde ni con rezos.

Albert suspiró.

—Necesito los informes.

—Sí… justo de eso quería hablarle —dijo mientras se levantaba, quitándose un pedazo de tóner de la falda—. Verá, su informe trimestral fue secuestrado por un gato cibernético.

Albert entrecerró los ojos.

—¿Excusa o metáfora?

Emily abrió el archivo.

—Literalmente, mire. Esto es lo que apareció.

Albert miró la pantalla y arqueó una ceja.

—¿Quién tiene acceso?

—Solo usted, yo… y el sistema. Pero tengo una sospecha.

—¿Y cuál es?

Emily sonrió como quien está a punto de hacer una revelación explosiva en una telenovela.

—¿La señora McNeil tiene sentido del humor?

Albert no respondió. Su mandíbula se tensó.

—Recupérelo. Si no puede, vuelva a escribirlo. Y la próxima vez, asegure sus archivos.

—¿Eso fue una orden, una advertencia o una invitación a pelear?

Albert ya empezaba a conocerla así que la ignoró y caminó de regreso a su oficina mientras decía;

—Eso fue una oportunidad para demostrar que merece el cargo.

Emily lo miró irse.

—Muy bien, señor jefe. Reto aceptado.

A la hora del almuerzo, Emily había logrado reescribir el informe con tal nivel de detalle que parecía tener alma propia. Se lo envió a Albert sin esperar respuesta.

Estaba limpiando su escritorio cuando llegó una bandeja con sushi… y una nota:

“Buen trabajo. Consideraré el Santo Grial para mañana. —A.B.”

Emily sonrió.

—Bueno, bueno, el iceberg se está derritiendo.

Justo cuando estaba por meter el primer bocado de maki en su boca, sonó el teléfono interno.

—Thompson —dijo, tragando rápido—. Digo, Emily. Digo, Asistente… oficina… Thompson.

—Sala de conferencias en cinco. Ahora —fue todo lo que Albert dijo antes de cortar.

Emily suspiró.

—Ni un bocado en paz.

En la sala de conferencias, Albert la esperaba con una tablet en mano.

—¿Usted escribió esta parte del informe?

—Sí. ¿Por?

Albert le extendió la tablet. Ella leyó en voz alta:

“El gasto en logística se duplicó en comparación con el trimestre anterior, principalmente debido a decisiones cuestionables de la directiva anterior, lo cual debería hacernos reconsiderar a quién se le permite acceso a la tarjeta corporativa.”

Emily sonrió, encogiéndose de hombros.

—Es un informe honesto.

—Es un informe que insinúa que uno de mis socios es un incompetente con tarjeta ilimitada.

—Bueno… si el zapato le queda.

Albert cerró la tablet y por un segundo, solo uno, pareció divertido.

—Usted no se parece a nadie que haya trabajado aquí antes.

—Lo tomaré como cumplido. ¿O fue una amenaza?

—Aún no lo decido —respondió, y salió de la sala.

Emily se quedó allí, sola, pero con la sensación de que por primera vez… tal vez estaba ganando puntos.

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