Hombres De Manhattan #3 Christopher Royce tuvo una vida dura desde sus inicios, lo que lo llevó a ser una persona retraída y sería. Esto se agrava aún más después de un hecho que marcó su vida, por lo que Christopher decide enfocarse solamente en su trabajo, volviéndose aún más solitario de ser posible. Hoy en día, sólo confía en un par de personas, pues se le hace imposible volver a abrirse una vez más. Lleno de rencor, desconfianza y cansado con la vida que lleva, acepta el regalo que su mejor amigo le hace para su cumpleaños: Un viaje a Hawaii. Lo que Christopher no espera, es que este viaje se convierta en la mejor experiencia de su vida al conocer a Helena, una mujer alegre, extrovertida, tenaz y decidida a hacerle ver al hombre de rictus serio, que la vida es muy corta como para no tomar riesgos. El problema vendrá, cuando el viaje llegue a su fin y cada quién tenga que retomar su camino.
Leer másNueva York, 20 años atrás.
Escuchaba los gritos aun cuando mi habitación se encontraba lo más alejada de la sala familiar.
Supongo que aquel lugar no era tan grande como ellos solían decirles a sus amistades que era.
― ¿Otra vez encerrado, chico?
Me giré para sonreírle a la cara oscura y arrugada de Sarah, el ama de llaves de aquel lugar.
―Solo estoy en mi habitación, Sarah.
― ¿Te apetece venir a la cocina y ayudarme con la cena? ―Preguntó estirando su arrugada mano hacia mí.
Me levanté de la cama, tomé su mano y me dejé llevar por la única persona que había mostrado cierto grado de aprecio por mí.
Íbamos bajando las escaleras del servicio cuando el escándalo se hizo aún más intenso.
― ¡Hija de perra!
―George, baja la voz ¿Quieres? La servidumbre no tiene que escuchar nuestra discusión.
― ¡Esta es mi casa! Y tú, zorra inmunda... ¿Como te atreves a decirme algo así tan campante?
Se escuchó una carcajada femenina antes de que esta hablara.
― ¿Y qué quieres que haga? ¿Qué llore? ¿Qué grite y patalee? Te engañé, imbécil. No es como si tú no lo hicieras cada vez que se te venga en ganas...
― ¡Pero no salgo con mis amantes en la sección de espectáculos!
― ¿Quieres un trozo de chocolate? ―Me preguntó Sarah enseñándome una tableta como si nada ocurriera afuera―Debo hacer un pastel para cierto niño que está de cumpleaños...
La miré feliz de que alguien en esta casa se acordara de mi cumpleaños.
―Gracias, Sarah―Tomé el trozo de chocolate sonrojándome.
Estaba masticándolo cuando se escucharon varios pasos precipitados dirigirse hacia la cocina, haciendo que me tensara al saber lo que se venía.
―George...
― ¡¿En dónde está?!
―Escóndete, Chris...
No me dio tiempo de levantarme de la banqueta y esconderme en la alacena, porque la puerta se abrió de golpe y mi peor pesadilla se materializó ante mí.
― ¿Habrá otro bastardo como este? ―Preguntó mi padre yendo hacia mí y jalándome del pelo― ¿Tendré que darle mi apellido a otra rata de alcantarilla como a esta? ¡Respóndeme, infeliz!
Mi madre solo me miró con fastidio antes de girar la vista hacia su esposo.
―Sabes que no, George―Respondió blanqueando los ojos―Sabes que me ligué después de que... ya sabes, ¡Y suelta al niño! ¿No ves que vas a hacerlo llorar?
―Los que lloran son maricas―Susurró él en mi oído antes de soltarme el cabello y darme una cachetada que sí me trajo lágrimas a los ojos.
― ¿Qué haces aquí abajo, niño? ―Preguntó madre con censura―Sabes que no debes estar aquí abajo mientras nosotros lo hacemos. Lárgate.
―Si, señora―Murmuré con apenas voz pasando al lado de Sarah y me fui de la cocina, corriendo a mi habitación y chocando con los gemelos en mi camino.
― ¡Cuidado por donde vas, bachaco! ―Exclamó Geoffrey empujándome lejos de él, escuchando a mi hermana reírse divertida.
Me encerré en mi habitación, secándome los ojos con la funda de mi almohada a la vez que el llanto sea agolpaba en mi garganta en un esfuerzo por salir.
Lo peor es que así habían transcurrido cada uno de mis trece años.
Pero esperaba que eso cambiara pronto.
La nueva entrega de la saga Volverlo A Intentar, LOUIS, se encuentra en proceso de redaccion, mientras tanto puedes encontrarla en Wattpad para conocer un poco de los protagonistas Eva y Louis, un par de llevar. SINOPSISUna bartender libre de compromisos cuya vida termina complicándosele.Un chef mujeriego en busca de una aventura más... ¿O una última?
―Santo Dios, es tan bueno―Gimió Helena cayendo de espaldas sobre los almohadones―En algún momento tiene que dejar de ser tan perfecto, corazón. Se supone que después de casados el sexo es aburrido y soso.―No le vi nada de soso a lo que estuvimos haciendo un minuto atrás―Respondí exhausto cayendo a su lado para no aplastarla―Eres increíble, cielo.Ella me sonrió de medio lado aun tratando de regular su respiración y yo no pude evitar llevar mi mano hacia su prominente estómago.Seguía sin poder creer que en menos de tres semanas me convertiría en padre.Al parecer el anticonceptivo de Helena se había visto comprometido a partir del día que la intentaron secuestrar, entre la droga que le suministraron, más los antibióticos que tomó junto a las otras medicinas, lograron que la concepción fuera posible; Y demás está el d
Estaba donde tenía que estar. Había tardado en llegar, pero lo había hecho. Si bien mi esposa estaba supuestamente enojada conmigo, sabía que todo se arreglaría. O al menos eso había esperado antes de besarla y perder el control por su tacto. ― ¿Y entonces? ―Susurró John.― ¡Nada! ―Farfullé―No pasó nada.― ¿Cómo que nada? ―Dijo Jenny estupefacta.Cubrí mi boca cuando bostecé antes de responder. ―Entonces... ¿Noche de bar hoy? ―Preguntó Jenny cuando entré a la recepción―Asera avisó que habría costillas.―Me compraste con eso―Acepté feliz comiéndome la última papita de la bolsa― ¿Quedan más de éstas? Están buenísimas.―Esa es la tercera bolsa en lo que va de mañana, querida, creo que ese es tu límite―Respondió divertida viéndome botar la bolsa en la basura―Pero ya casi es la hora del almuerzo.<31 HELENA
30 HELENA
―No deja de sangrar, ¿Por qué no deja de sangrar? El tono histérico en la voz de Helena me trajo de regreso a donde sea que me había ido. ―Señora, le voy a pedir que salga―Escuché que respondía la voz de un hombre. ―Vamos, Doc., déjela estar, es su esposo quien fue herido―Esta vez fue a Alex a quién escuché.
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