CHRISTOPHER
CHRISTOPHER
Por: vittoria sabatino
PROLOGO

Nueva York, 20 años atrás.

Escuchaba los gritos aun cuando mi habitación se encontraba lo más alejada de la sala familiar.

Supongo que aquel lugar no era tan grande como ellos solían decirles a sus amistades que era.

― ¿Otra vez encerrado, chico?

Me giré para sonreírle a la cara oscura y arrugada de Sarah, el ama de llaves de aquel lugar.

―Solo estoy en mi habitación, Sarah.

― ¿Te apetece venir a la cocina y ayudarme con la cena? ―Preguntó estirando su arrugada mano hacia mí.

Me levanté de la cama, tomé su mano y me dejé llevar por la única persona que había mostrado cierto grado de aprecio por mí.

Íbamos bajando las escaleras del servicio cuando el escándalo se hizo aún más intenso.

― ¡Hija de perra!

―George, baja la voz ¿Quieres? La servidumbre no tiene que escuchar nuestra discusión.

― ¡Esta es mi casa! Y tú, zorra inmunda... ¿Como te atreves a decirme algo así tan campante?

Se escuchó una carcajada femenina antes de que esta hablara.

― ¿Y qué quieres que haga? ¿Qué llore? ¿Qué grite y patalee? Te engañé, imbécil. No es como si tú no lo hicieras cada vez que se te venga en ganas...

― ¡Pero no salgo con mis amantes en la sección de espectáculos!

― ¿Quieres un trozo de chocolate? ―Me preguntó Sarah enseñándome una tableta como si nada ocurriera afuera―Debo hacer un pastel para cierto niño que está de cumpleaños...

La miré feliz de que alguien en esta casa se acordara de mi cumpleaños.

―Gracias, Sarah―Tomé el trozo de chocolate sonrojándome.

Estaba masticándolo cuando se escucharon varios pasos precipitados dirigirse hacia la cocina, haciendo que me tensara al saber lo que se venía.

George...

― ¡¿En dónde está?!

―Escóndete, Chris...

No me dio tiempo de levantarme de la banqueta y esconderme en la alacena, porque la puerta se abrió de golpe y mi peor pesadilla se materializó ante mí.

― ¿Habrá otro bastardo como este? ―Preguntó mi padre yendo hacia mí y jalándome del pelo― ¿Tendré que darle mi apellido a otra rata de alcantarilla como a esta? ¡Respóndeme, infeliz!

Mi madre solo me miró con fastidio antes de girar la vista hacia su esposo.

―Sabes que no, George―Respondió blanqueando los ojos―Sabes que me ligué después de que... ya sabes, ¡Y suelta al niño! ¿No ves que vas a hacerlo llorar?

―Los que lloran son maricas―Susurró él en mi oído antes de soltarme el cabello y darme una cachetada que sí me trajo lágrimas a los ojos.

― ¿Qué haces aquí abajo, niño? ―Preguntó madre con censura―Sabes que no debes estar aquí abajo mientras nosotros lo hacemos. Lárgate.

―Si, señora―Murmuré con apenas voz pasando al lado de Sarah y me fui de la cocina, corriendo a mi habitación y chocando con los gemelos en mi camino.

― ¡Cuidado por donde vas, bachaco! ―Exclamó Geoffrey empujándome lejos de él, escuchando a mi hermana reírse divertida.

Me encerré en mi habitación, secándome los ojos con la funda de mi almohada a la vez que el llanto sea agolpaba en mi garganta en un esfuerzo por salir.

Lo peor es que así habían transcurrido cada uno de mis trece años.

Pero esperaba que eso cambiara pronto.

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