2 CHRIS

― ¿Señor Royce? Su avión está listo para abordar, sígame por aquí por favor―dijo una bonita ayudante de vuelo, dirigiéndome a través de un pasillo hasta llegar a la entrada del avión de la compañía―Que tenga un excelente viaje, señor―terminó sin quitarme los ojos de encima.

―Gracias―le respondí amablemente, era muy bonita la verdad, pero no me atraía mucho que digamos.

Supongo que era el estrés.

Si claro...

Enseguida lo deseché, de seguro si se debía al estrés del trabajo, por lo que pronto esperaba que todo cambiara para mejor con este tiempo de paz; me había decidido que iba a disfrutar mi regalo de cumpleaños por completo.

No me había llevado teléfono celular, ni computadora ni nada que me conectara con el resto del mundo, ya me enteraría de las cosas cuando regresara a las oficinas, lo cual me hacía feliz ya que tuve una pequeña premonición, mañana sería mi cumpleaños número treinta y tres y sabía que nadie me podría felicitar.

Me sentía extasiado por eso, no tendría que responder saludos hipócritas de personas que apenas trataba. Iba a ser el mejor cumpleaños de toda mi vida, porque estaría solo.

Ese pequeño traspié mental me hizo caer en cuenta de algo ciertamente deprimente:

Estaba completamente solo.

No tenía a nadie con quien compartir nada; Claro, tenía a Fred, la única persona que más o menos me entendía, pero ahora él tenía una familia con quien estar y en pocos meses iba a ser padre por primera vez.

También estaban Mark, Pierre y Alex, pero cada uno de ellos tenían a sus propias parejas y hasta hijos.

Y el verlos tan abiertos con sus mujeres y confiados con sus vidas no sería un buen recordatorio para mí haber sido tan idiota en cierto punto de la mía.

Y la idea de abrirme nuevamente luego de vivir en carne viva un momento tan traumático como el pasé gracias a una tercera persona en cual confié, ciertamente no me atraían.

El viaje transcurrió sin problemas, llegué al aeropuerto internacional de Honolulú, donde me pasó buscando una camioneta Ford último modelo enviada por el resort donde me quedaría toda la semana.

De la camioneta se bajó un señor alto y regordete que no pasaba de los cincuenta.

―Buenos días, señor Royce, mi nombre es Niko―dijo este acercándose para darme la mano―Desde aquí lo llevaremos al puerto donde lo espera un catamarán para llevarlo a Maui―terminó.

― ¿A Maui? ―pregunté―Pensé que era aquí en esta isla―Dije desconcertado

―El resort no queda aquí, señor Roy― dijo Niko entrando en confianza, nunca me habían llamado así, pero me gustó, se escuchó... especial― Esta es una Isla hermosa pero es la principal y todos llegan directamente a esta y aunque es la más grande y hay privacidad, en Maui hay más privacidad y poca gente y más en estas fechas de temporada baja, Señor Roy―me confió Niko y prosiguió― las aguas son cristalinas y hay un río que pasa a unos pocos kilómetros del resort, puede ir caminando hasta él o pedir que le hagan el tour aunque no va a estar solo si elige lo último.

Mientras Niko hablaba, nos montamos en la Ford y mientras él seguía empapándome sobre cosas que podía hacer en estos días, la camioneta arrancó hacia el muelle, aunque este no estaba muy lejos.

―También puede hacer kayak o utilizar motos acuáticas, o practicar ski acuático, todas las mañanas salen botes hacia los arrecifes para hacer buceo o snorkel, en fin, usted elige lo que quiera hacer señor Roy, ya llegamos, déjeme sacarle el equipaje mientras se monta―y dicho esto se bajó a hacer lo que dijo.

Honestamente, me sentía maravillado por las vistas ante mí, había viajado a varias partes del mundo y había estados en diferentes playas, pero aquello era hermoso, un paraíso del edén y yo estaría quedándome solamente una semana, aunque tal vez si el resort donde me iba a quedar era igual o más hermoso que esto que estaba viendo, podría alargar mi estadía...

―Bonita vista ¿no? ―me interrumpió Niko―Su lancha es aquella, señor Roy― señaló un pequeño catamarán en donde entrarían alrededor de unas doce personas, pero estaba completamente vacío, supongo que Fred había pagado exclusividad― Yo soy originario de Maui y trabajo para el resort donde se va a quedar, este es mi bote―dijo con orgullo― Tal vez si se atreve, lo puedo llevar a hacer un tour por varias islas, me cae bien, señor Roy, es una persona que sabe escuchar― me confió Niko con una sonrisa la cual me hizo sonreír a la vez.

―Llámame Chris, Niko, el que me digan señor me hacen sentir más viejo de lo que soy y aparte así me llaman en el trabajo― le pedí.

―Hmm ¿sabes qué? A partir de ahora te llamaré Roy, solo Roy, y cuando alguien se atreva a llamarte así, te acordarás de este lugar―explicó Niko tuteándome― y recordarás lo bien que te lo pasaste aquí―finalizó con una sonrisa.

―Wao, gracias Niko, eso... me gusta―respondí con una sonrisa trémula, si, definitivamente había hecho bien en aceptar este regalo de Fred y Sofia, cuando los viera se los iba a agradecer, de nuevo.

―De nada, Roy―finalizó Niko con una radiante sonrisa.

En el trayecto hacia la isla, Niko me hizo un breve resumen de Maui.

―Maui es una isla que forma parte de las Islas Hawái, junto con las islas Lanai, Kahoolawe y Molokai; Maui es la tercera isla más poblada. También es conocida con el sobrenombre de Valley Isle por el fértil istmo entre los dos volcanes. La Leyenda cuenta que la isla lleva el nombre del semidiós Maui. Este héroe, conocido en diferentes lugares de la Polinesia, creó las islas pescándolas del fondo del mar uniéndolas, ya que es una isla que está formada por dos volcanes unidos, pero no te preocupes, Roy―me calmó Niko al ver mi cara de consternación― estos volcanes están inactivos desde hace años. El más antiguo es el Mauna Kahalawai que está muy erosionado, también conocido como el West Maui Mountain, y al este, está el Haleakala, el volcán más joven y más grande y su última erupción fue en 1790, así que quédate tranquilo, dudo que vaya a hacer erupción justamente esta semana contigo aquí―se burló Niko― Es más―Prosiguió―los martes y jueves hacen excursiones a esos volcanes, tal vez si te interesas, puedas ir y sacar unas instantáneas para el recuerdo―finalizó guiñándome un ojo.

―Gracias Niko, me lo pensaré―Joder, me sentía como un niño en un parque de diversiones, no recuerdo cuando estuve así de emocionado, era como si yo perteneciera a este lugar― ¿Cuánto falta? ―pregunté.

―Unos 5 minutos, Roy, si volteas, al frente verás la isla―dijo Niko sonriendo.

― ¡Wao! ― a lo lejos escuché la risa de Niko, pero no me importó, me sentía emocionado y extasiado y la vista desde la lancha era espectacular, se veían las montañas frondosas e imponentes―Todo se ve hermoso desde aquí―murmuré sin poder quitar la vista de la isla.

―Y cuando esté en la isla, la verás más hermosa todavía Roy, la última montaña a tu izquierda es el Mauna Kahalawai, y a tu derecha el Haleakala, pero parece una montaña más hasta que la ves por detrás, así sí parece un volcán―Terminó Niko carcajeándose ante mi emoción.

―No puedo esperar―murmuré.

A los pocos minutos, habíamos atracado en el puerto, había varios botes pesqueros a lo lejos y muy poca gente paseando, había jóvenes pasando el rato con sus parejas o grupos de amigos hablando, uno se podía acostumbrar a este estilo de vida fácilmente.

Ya atracado el bote y con había equipaje en mano, Niko nos dirigió hacia un carrito de golf donde arrancamos hacia un camino un poco empinado y atravesamos unas verjas de hierro forjado pintadas de blanco.

Cuando hicimos esto último no pude quitar la vista del paisaje, a todas partes que veía había gigantescos árboles, con exuberante vegetación; podía ver aves de todo tipo ¡Hasta monos!

En Nueva York no se veían estas cosas... A menos de que fueras al Central Park, al Zoo o algún museo, lo cual no era lo mismo a verlo inesperadamente, aquí se podía respirar paz.

Joder, eso era lo que necesitaba para conectarme conmigo mismo, ver qué estaba mal con mi vida.

Tú sabes qué está mal...

Uf, tenía que trabajar con esa estúpida voz interna que quería volverme loco, pero al siguiente instante me olvidé de todo cuando me fijé en una flor la cual me hizo gracia.

Reamente estoy en Hawái.

Siempre las veía en las películas de surf, donde los surfistas la tenían impresa en sus tablas o esas ridículas camisas Hawaianas que a nadie le quedaba bien, casi suelto una carcajada al imaginarme con una de esas camisas, así que le pregunté a Niko como se llamaba esa flor.

―Su nombre es la hibiscus arnottianus, hay de muchos colores, pero aquí en Hawái la más común es esa blanca, los novios y esposos se las solían poner en el cabello a sus parejas―Dijo con un toque de tristeza―ya esas tradiciones se están perdiendo, ya no se ven a los jóvenes de la mano y compartiendo amistosamente, se la pasan examinándose las amígdalas unos a los otros, siempre están agarrándose de más.

― ¿Tienes hijos, Niko? ―pregunté divertido.

―Sí, tengo seis―respondió Niko con una sonrisa de orgulloso padre― cuatro hombres y dos mujeres, todos casados desde hace ya varios años y ya me hicieron abuelo―su sonrisa se ensanchó―tengo diez nietos, aunque a algunos no los veo con frecuencia, ya que varios de mis hijos viven en el interior del país, pero en unos meses los veré―tenía la mirada perdida―siempre nos reunimos en familia cada vez que podemos y este año será en diciembre, deberías venir en esas fechas ¿sabes? Esto es hermoso, un poco frio, pero hermoso―terminó.

―Y me imagino que eres muy feliz aquí con tu esposa ¿no? ―y al momento me arrepentí de esa pregunta al ver la cara de dolor que ponía Niko.

―Soy feliz a mi manera en esta isla, muchacho―respondió tenso―pero si― dijo ya más tranquilo―era completamente feliz cuando tenía a mi Alani, pero dicen que la felicidad para que sea verdadera, viene en pequeñas porciones Roy, siempre vamos a estar rodeados de felicidad y de tristeza, pero ya dependerá de nosotros lo que elijamos en nuestras vidas.

Asentí sin saber muy bien qué decir al ver su cara arrugarse con tristeza.

―Fui feliz con Alani por más de treinta años, cada día me esforcé por hacerla feliz a ella también, siempre teníamos un detalle uno al otro y nos encargamos de que nuestros hijos recibieran esa felicidad también, para que a su vez la impartieran en el futuro, y así sigan haciéndolo ellos con mis nietos―y volvió a aparecer su sonrisa.

―De haber tenido un padre como tú y una familia tan grande y llena de amor, cualquiera se sentiría al igual que tus hijos Niko, por lo menos yo me sentiría así―Dije sin poder esconder la tristeza en mi voz.

―Se te escucha desgraciado hijo, trata de no ver las cosas malas del pasado, sino las cosas buenas... Te doy un consejo, Roy―dijo cambiando el tema―siempre que puedas di "aloha" en forma de saludo ¿sí?, eso cae bien a los lugareños, se utiliza para saludar y dar bendiciones y a la vez que te respondan estarás recibiendo bendiciones en tu vida―continuó― y también la palabra "Mahalo" que significa gracias. Son palabras trilladas que la gente ya no se molesta en usar cuando vienen; que aprendan de nuestra cultura es muy importante para nosotros, por eso siempre hacemos fiestas tradicionales o Luaus que significa "gran banquete" Es una fiesta cargada de colores y música tradicional así como platos típicos como el cerdo kalua y muchas bebidas, este hotel sigue estas tradiciones, mañana sábado empieza a eso de las 8 de la noche, yo voy a estar con parte de mi familia, estás invitado a sentarte con nosotros―Dijo sonriéndome― sería un honor, hay danzas tradicionales y competencias con el hula pero los espectáculos principales son los bailes con fuego y los fuegos artificiales―y volvió a cambiar de tema―bueno Roy, ya llegamos, feliz estadía muchacho―dijo tendiéndome la mano aun cuando yo seguía asimilando tanta información―nos vemos mañana en la noche―terminó alejándose sin darme chance de negar o aceptar la invitación.

― ¡Gracias por todo, Niko! ¡Aloha! ¡Mahalo! ―Vi como Niko soltaba una carcajada sonora mientras se montaba en el carrito de golf.

En seguida se me acercó un botones para ayudarme con el equipaje y enseñarme el camino de entrada al resort

― ¿Señor Royce?, bienvenido al Jimbaran resort, señor, mi nombre es Kony, sígame por aquí, por favor―dijo caminando hasta la entrada para atravesar el lobby del mismo; era espectacular, lujoso pero acogedor, el piso era de granito pulido y los mostradores de madera de caoba, había unos muebles que invitaban a sentarse y disfrutarlos, esperaba que en mi habitación hubiese uno.

Como arquitecto, aprobaba lo que veía.

Nos dirigimos al mostrador, donde me esperaban unas mujeres de cuerpos hermosos vestidas con el traje típico de Hawaii; es decir, unas faldas de hierba y sostenes de coco, con collares de hibiscus alrededor de sus cuellos, a mí también me colocaron uno como parte de algún ritual de recibimiento, me entregaron también una bebida frutal en un vaso de coco tallado con forma de una escultura Tiki y bailaron unos minutos más dejándome maravillado con el movimiento de sus caderas.

―Bienvenido, Señor Royce, mi nombre es Elián Nonoa, el encargado del Jimbaran,―se presentó ante mí un hombre bajito y calvo de alrededor de 40 años, nativo de esa zona, tenía una sonrisa tranquila y amistosa―espero que sea de su agrado toda su semana, señor Royce―me entregó una tarjeta magnética― esta es la llave de su habitación señor, una cabaña con vista al mar, Kony lo llevará ahora mismo para que se instale y pueda disfrutar cuanto antes de sus vacaciones, feliz día, señor― terminó Elián con otra sonrisa.

―Gracias―respondí con una sonrisa algo tensa, honestamente, me sentía sobrecogido por tantas atenciones y amabilidad de estas personas.

Cuando atravesábamos el lobby en dirección a las habitaciones, un grupo de cuatro mujeres pasaron frente a nosotros con algún tipo de uniforme blanco con detalles verdes, los colores del hotel.

― ¿Quiénes son? ― le pregunté a Kony en un susurro, fijándome en el andar de la más alta del grupo.

Una comezón desconocida me recorrió la espina dorsal hasta que se convirtió en un cosquilleo en mi cuello cuando la chica en particular echó la cabeza hacia atrás y soltaba sonora carcajada la cual llegó hasta mis oídos como un fuerte pero hermoso sonido, su largo cabello castaño se movió en suaves ondas cuando lo hizo.

―Son las chicas del Spa, señor―Respondió sonriente―Todas juntas son terribles, sus travesuras son temidas por todos los empleados.

Me decepcioné cuando las chicas cruzaron en dirección contraria a la nuestra y la mujer de risa hermosa y el cabello como del color de la miel, desapareció de mi vista.

Unos minutos después, nos paramos junto una puerta de caoba lisa, donde yo mismo pasé la llave magnética por la ranura, viendo cómo el empleado se tensaba por no haber hecho esa tarea por mí.

―Nadie se va a enterar―le susurré para tranquilizarlo―el cliente siempre tiene la razón, Kony―le dije mirándolo con complicidad.

―Si, señor―respondió igual de tenso―en unos minutos le llamaran para confirmar su cita, con permiso―dijo y salió sin esperar propina.

Aquello me sorprendió.

¿A qué cita se refería Kony? Al mirar mi reloj de pulsera, vi que apenas eran las diez de la mañana, bien podría ser alguna cita para bucear o algún tipo de turismo local que Fred se habría encargado de organizar.

Más vale y le hubiese pedido un itinerario.

Apartándome de la puerta, me paré hasta quedar en el centro de la habitación, me fijé en el sofá de cuero de tres plazas que estaba en la sala y que daba hacia la terraza, en la otra esquina había otro sofá individual, en el centro había una mesa de café y en la pared de frente al sofá pequeño había un televisor de última tecnología de 40 pulgadas, al salir a la terraza, esta tenía unas tumbonas de lo más apetecibles, también me fijé de que en el balcón habían unas escaleras de maderas que me llevaban directamente a la playa.

Con una sonrisa de satisfacción, me regresé a la habitación para terminar con el pequeño tour.

También había una pequeña pero cómoda cocina equipada con lo necesario, y siguiendo un corto pasillo, me topé con la habitación.

En el centro de la misma se encontraba una cama king con dosel y mosquitero, con sabanas de color blanco, una hamaca de colores claros, muebles de mimbre que dudaba y todo mi ser pudiera entrar en ellos, y otra mesita de café, todo daba un ambiente romántico y acogedor, pero no podía hacer nada por la curiosidad que me embargó al ver la cama, así que, acercándome a ella, apoyé la mano y empujé, sintiendo como esta se movía en suaves ondulaciones.

Me percaté de que me estaba riendo como un idiota en el medio de la habitación, pero no me importó, a fin de cuenta, estaba solo.

Así que, con una sonrisa de niño, me lancé a la cama cayendo desperdigado en el centro y me di cuenta que me gustaba.

La cama se movía como si estuviera flotando en el mar, me sentía feliz, tranquilo y relajado, pero un sonido me devolvió a la realidad, haciéndome consiente de que era el teléfono en la mesita de noche que estaba sonando, así que, con dificultad, me senté en la cama y respondí aun con una sonrisa bobalicona en el rostro.

― ¿Bueno? ―Dije.

― ¿Señor Royce?, buenas tardes, lo llamamos del Jimbaran spa para comunicarle que su cita está pautada para dentro de veinte minutos―Susurró una voz de mujer con tono aterciopelado y seductor que me embriagó por completo― ¿Le esperamos? ―preguntó.

―Ah, eh, s―sí, claro, ahí estaré―contesté después de unos segundos en silencio, esa voz me había agarrado fuera de base―Ahí estaré―Dije con la voz un poco ronca.

Gracias, señor―me respondió esa voz. Horrorizado, noté como el frente de mi pantalón comenzaba a tensarse con la voz de aquella mujer―Lo estaremos esperando...

―Señorita, espere―dije antes de que colgara― ¿Con quién tengo el gusto de hablar? ―pregunté necesitando desesperadamente aquella información.

― ¡Oh! ―se escuchó un sonido de sobresalto del otro lado y luego una risa ronca que me dejó la piel de gallina―Mi nombre es Helena, señor Royce.

―Helena―repetí, paladeando aquel nombre, gustándome al instante―Bien Helena, ¿tú me harás el masaje? ―Pregunté, sorprendido cuando la voz me salió en casi un murmullo, por lo que de seguro sonaba como una persona con falla respiratoria.

Lo que me recordaba que la seducción jamás se me dio bien.

Si, señor Royce, cada chica se encarga de confirmar sus citas―Percibí en su voz diversión.

― ¿Y qué masaje me darás? ―Pregunté buscando en mi memoria qué rayos decir.

Pues... Si quiere llega aquí y le explico las opciones...

Pues...―Me aclaré la garganta―Creo... Creo que eso haré, en unos minutos estaré por allá.

Escuché al fondo otra voz femenina y de pronto Helena soltó una gran carcajada haciéndome consiente de que esta chica, era la misma chica que había reído unos minutos atrás en el pasillo.

Aquel hecho me horrorizó de maneras insospechadas, porque si con solo su voz y su risa tenía el cuerpo tenso, no quería imaginarme lo que ocurriría cuando me tocara.

Perfecto―Murmuró la mujer en mi oído sacándome de mis cavilaciones―Entonces lo espero.

―Quiero a otra―Dije de repente.

― ¿Otra qué, señor? ―Preguntó confundida― ¿Otra cita? Mañana no estaré yo, pero la sauna es una maravilla y...

―Otra masajista―Dije interrumpiéndola―Quiero otra masajista, si es hombre mejor...

Lo lamento, señor―Dijo, su voz mostrándome lo contrario―Las demás chicas están ocupadas y los hombres están de vacaciones...

Qué maravilla.

Entonces ahí estaré―Murmuré hiperventilando, y colgué sin darle tiempo a responder.

Santo Dios, ¿Y ahora qué?

Jamás me habían dado un masaje, era algo que me parecía que se podía prescindir, no me volvía exactamente loco el que un extraño me tocara tan íntimamente.

Pero ahora recibiría uno de las manos de una mujer que me ponía los nervios de punta con sólo su voz así que no quería imaginarme lo que me ocurriría cuando me tocara.

Claro, podía simplemente no asistir, pero primero: Fred había pagado por este viaje y no me parecía correcto dejar plantada a esa mujer, y segundo: Había decidido que aprovecharía este viaje al cien por ciento sin importar que hiciera el ridículo ante Helena.

Hmm, Helena...

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