Pablo no podía concentrarse en escribir. Su mente bailaba entre Aileen y Marize. Se puso de pie y caminó hasta el telescopio. No demoró en girarlo hacia la derecha y enfocar su objetivo en el balcón del faro. Recordó su momento en aquel sitio el día anterior. No había sido muy largo, tal vez no había ocurrido algo especial, algo fuera de lo común, pero, sin embargo, no había pasado desapercibido, no sabía si por ser su primera vez en un lugar así, por la presencia de ella, o por la mezcla de las dos cosas. La muchacha se había despedido con un lindo beso, no importaba que solo hubiese sido en la mejilla, pero no había aceptado su ofrecimiento para llevarla al pueblo. Y por el otro lado, estaba su Marize de “Solo Pasa en Europa”, su primera novela, ahora hecha realidad en un pequeño pueblo de la isla de Vancouver. Pero no encontraba la manera de poder acercarse a ella, de poder hablarle y tratar de descifrar el misterio. Pero era consciente de la necesidad de hacer algo al respect