Se sintió como si fuese alguno de los actores de una película cuando, al atravesar la puerta del bar, se encontró en un sitio en el cual su escasa iluminación contrastaba con los fuertes rayos de sol dueños del entorno exterior, y los tres hombres sentados contra la barra olvidaron el partido de hockey en la televisión para voltearse al mismo tiempo y fijar sus escrutadoras miradas en su rostro. Les dirigió una leve sonrisa, continuó caminando mientras se familiarizaba con el lugar, tratando de encontrar a Martín entre los grupos de gente sentados alrededor de las mesas o entre aquellos ocupados con los juegos de dardos o las mesas de billar pool. No tardó mucho en encontrarlo en el fondo del bar, sosteniendo un taco en sus manos mientras parecía analizar cuál sería la mejor jugada para lograr que el ocho negro se metiera por uno de los orificios de la mesa. Tenía bastante tiempo de no practicar este juego, fácilmente seis o siete años. Ya no era como en las épocas del colegio, c