Pablo aún no podía creerlo: la manera como la situación se había resuelto a su favor no la habría imaginado ni el más optimista de todos. Después de haber disfrutado de un inigualable momento en la playa al lado de quien él creía ser Aileen, riendo, conversando y besándola, aumentando así su sentimiento reasegurador de estar tratando con su verdadero amor, había regresado a la zona del faro al lado de ella. Agarrados de las manos, sus pies jugando con las olas acostumbradas a morir contra la arena, su mente haciendo planes hacia un futuro al lado de la muchacha acostumbrada a nunca llevar calzado, agradeció el estar finalmente, después de la decepción sufrida con Jimena y de la aventura con Marize, ad-portas de lograr el objetivo con el cual venía soñando desde hacía varios meses. Era consciente de estar adelantándose a los hechos: no habían pasado más de quince minutos desde cuando se despidió de ella, y ya estaba imaginándose cómo sería verla viviendo a su lado, compartiendo lo